Carlos Taibo
Una de las tareas más engorrosas y aburridas que, de vez en cuando, tengo que encarar es la de releer mis libros. En el caso de "Colapso" me he visto en la obligación de asumir esa tarea una docena de veces. De por medio se han hecho valer las sucesivas reediciones de la obra en España, las versiones latinoamericanas -alguna de ellas venturosamente pirata- y las traducciones a otras lenguas.
Estos días he vuelto a leer "Colapso" porque, de cara a una posible traducción del libro al inglés, tenía que evaluar en qué medida hay que actualizar la información, estadística y no estadística, que incluye. Aunque precisa, sí, de una puesta al día, el texto sale -me parece- razonablemente bien parado. Más allá de ello, permítanme que me lance una flor en un momento en el que eso que interesada, superficial y panfletariamente se llama "colapsismo" es objeto de las diatribas esperables desde las trincheras que ofrecen partidos, instituciones y púlpitos mediáticos: creo que, pese a sus muchos defectos, "Colapso" es un libro sereno y prudente que, sin grandilocuencias e intenciones torcidas, propone una discusión tan legítima como necesaria.
Tal vez por eso, transcurridos siete años desde su primera edición castellana, y con alguna liviana excepción como la aportada por una crítica elogiosa publicada en un periódico de Murcia -no bromeo-, el libro ha sido comúnmente ignorado por los medios de incomunicación del sistema. Ni siquiera se han acercado a sus páginas el diario humorístico El País y la Coz de Malicia. Lo entiendo perfectamente. Y me enorgullece. Debo haber dado en el blanco.
DdA, XIX/5.403
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