Tal como debió ser, sin dilación alguna, la Junta Electoral ha ordenado al partito de la extrema derecha, responsable de la idea y difusión del contenido que se expresa en esa lona que la retire, por su manifiesta incitación al odio y su carácter -añado- explícitamente guerra-civilista, propio de los años treinta del pasado siglo. Sería de esperar que la ciudadanía también reparase en lo que la Junta Electoral y la razón no pueden permitir en un país con una historia como el nuestro. Los votos a Vox son eso.
José Ignacio Fernández del Castro
«Un padre y una madre centauros contemplan a su hijo, que juguetea en una
playa mediterránea. El padre se vuelve hacia la madre y le pregunta: ¿debemos
decirle que solamente es un mito?.» Kostas
AXELOS (Atenas, Grecia, 26 de junio de 1924-4 de febrero de 2010): “Lo
real y lo imaginario (Las trampas mito-lógicas)”.
El ufano aparato del bando de los vencedores en la Guerra Civil proponía,
para celebrar el Primer Año de la Victoria allá por 1940, un cartel en el que
un aguerrido fascista bien pertrechado barría, con la bandera rojigualda como
fondo, círculos simbólicos del bolchevismo, la masonería, el separatismo y la
FAI (junto a los politicastros y la injusticia social que pronto, primero en la
gris autarquía y, más tarde, en el desarrollismo, pasarían de basura que debe
ser barrida a santo y seña del Régimen)… En fin, era una representación icónica
de su enfoque propagandístico de la guerra como liberación/barrido del suelo
patrio de aquel mantra que al pequeño dictadorzuelo no se le caía de la boca: “el
contubernio judo-masónico-comunista internacional”…
Ahora, ochenta y tres años después, un “nuevo partido” (presidido por uno
de esos politicastros de nuevo cuño que nunca ha vivido, desde su
amamantamiento en las Nuevas Generaciones populares hasta el presente, de cosa
alguna ajena a la política), retoma la idea en una enorme lona colgada, en
el amanecer del 17 de junio, en el centro de Madrid, para mostrar en su parte
central, bajo el lema “Decide lo que importa”, una mano (sin
cuerpo) que arroja a un cubo de basura la hoz y el martillo comunistas, la
bandera arcoíris del movimiento LGTBIQ+, la estelada independentista catalana,
el símbolo del feminismo… Y hasta el de la Agenda 2030. A su izquierda, sobre
fondo rojo, algunas palabras con tratan de definir su consideración del
“gobierno socialcomunista” : IMPOSICIÓN, INSEGURIDAD, DIVISIÓN, POBREZA,
ABANDONO"… A su derecha, sobre fondo verde de la casa, proclama sus
pretendidos valores: LIBERTAD, SEGURIDAD, FAMILIA, INDUSTRIA, CAMPO,
FRONTERAS… Comparaciones odiosas.
La paradoja es evidente, porque se hacen atribuciones a un gobierno que ha
logrado, desde cierto afán de protección social de las poblaciones más
vulnerables en tiempos muy difíciles, mantener un ritmo de crecimiento
económico, creación de empleo y fomento de la contratación indefinida (frente a
la precariedad); que mantiene el país entre los de mayores cotas de seguridad
del mundo (salvo para los alardes sensacionalistas de Ana Rosa y su cohorte
mediática); que ha apaciguado las ínfulas separatistas patentes en los últimos
gobiernos populares… A la vez, la única libertad que entiende el partido de
Abascal es la de Isabel Díaz Ayuso, la de tomar unas cañas al final de tu
jornada laboral; su concepción monolítica de la familia se restringe a la “sagrada
familia” despreciando cualquier otra forma de convivencia familiar (para esto
no cabe la libertad); su concepción de la seguridad se basa en la creación de
fuerzas de choque con “licencia para golpear”, como mínimo; su idea de la
defensa de las fronteras se debe parecer mucho, curiosamente, al ejercicio
práctico realizado por el Ministerio del Interrior de Grande Marlaska; su
impulso al campo y a la industria coincide seguramente con el que caracterizó
el desarrollismo franquista, favoreciendo familias y estirpes liberándoles del
respeto a toda norma…
Pero es que su lucha y sus pretensiones, en este tiempo de la posverdad,
está en otra parte: está en la decidida “guerra cultural”, sin complejos (que
dirían Aznar o Cayetana), que falsifica la historia desde un revisionismo
ideológico, exagera interesadamente los pequeños conflictos (por ejemplo, las
ocupaciones de viviendas) que pueden dar réditos en la ciudadanía de a pie y
vilipendian, en una reacción aparente frente a la “corrección política”, las bases
mismas del Estado del bienestar. Sin programa económico diferenciado ni
explícito, más allá del vago neoliberalismo triunfante, y centrados
precisamente en lo meramente simbólico (ideas abstractas y anacrónicas de
familia, patria…) y alejado de “lo que importa” para mejorar las condiciones de
vida de la población.
Así que,
nacidos de la evolución más reaccionaria de los fundadores de aquella Alianza
Popular postfranquista y de los grupúsculos fragmentarios del núcleo duro de la
dictadura y su inmóvil Movimiento Nacional (desde Falange a las organizaciones
filonazis, pasando por Fuerza Nueva), imaginamos este Vox, juguetón y
dicharachero en su populismo ultra, contemplado por esos, sus mayores, como la
familia de centauros de Kostas Axelos contemplaba los jugueteos playeros de su
vástago… Siempre tentados de aclararle que todo lo que dicen defender (y él
mismo) son solamente un ajado rescoldo simbólico, un declinante mito. Pero no
lo harán. Que el mito ocupe el lugar de la realidad en el debate público sigue
dando réditos electorales.
DdA, XIX/5.379
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