miércoles, 31 de mayo de 2023

GABRIEL CALVO, EL SERRANO DE MONFORTE


Valentín Martín

El sábado juega en casa. En el viejo Liceo que volvió a nacer hace 20 años o así, pero que en la memoria clandestina de un tuno y sacristán sigue siedo el hijo ilegítimo que le nació a un convento. Allí, tantos y tantas que la nostalgia se puebla de capítulos para la historia de una ciudad y de un individuo que pasó de pichón a anciano en menos que canta un gallo. No el gallo de la torre de la catedral vieja, que le gustó siempre ser testigo de las representaciones escénicas en el Patio Chico. Este gallo no gallea sino es a la llamada de una importancia definitiva que le haga enamorarse otra vez desde las ruinas de San Antonio el Real.
El sábado Gabriel Calvo echará a volar de nuevo la pasión salmantina de Folklorquiando. Y aquí no hay cuatro primos ni voces de muerte, aquí hay una voz de clavel varonil, sí, que ha levantado ya varios trozos de césped de sensibilidad peninsular.
Ahora me toca a mí.
En un viaje subterráneo que sube la calle Toro, yo volveré del tiempo de los universitarios surrealistas y estaré en la gloria de la proclamación de un trovador y de un poeta.
Folklorquiando es la excitación de los sentidos, Gabriel Calvo el atizador del fuego que nació hace más de dos años y hoy reluce pidiendo que los cuatro puntos cardinales sean seis o más. Las emociones exigen que se ensanchen los cauces y que los montes del sonámbulo - pongamos por caso- no tengan techo.
Dentro de Folklorquiando hay un invasor. Si te paras, si te dejas, si aceptas la apuesta del serrano, tienes que entregarle sin remedio tu caballo y tu hacienda. A cambio él te dará lo que no se vende: la felicidad. Trato hecho. Como en el antiguo Teso de la Feria, ahí va mi mano y no se hable más, sino es un vermut en el Villarosa donde ya no quedan novios para paliques sin besos.
Detrás de Folklorquiando hay un esfuerzo descomunal para el desbroce y para la luz. Hace tiempo, mucho antes de esta declaración pública de amor a una tierra y a un poeta, Gabriel Calvo se echó a andar un camino en soledad. O casi. Y en ese bregar con un sueño fue descubriendo e incorporando todos los aprendizajes que no caben en doctores de filologías o lexicografías para indagadores de Lorca. Todos somos gamusinos de Federico García Lorca al lado de Gabriel Calvo.
Da mucho gusto volver al universitario surrealista y desde la querencia por La Covachuela decir hasta luego a los poetas y quedarse un rato en el Liceo con Gabriel, con Lorca, con un tiempo nuevo sin tormentas a la hora de romancear al pueblo.
Ya lo avisa Florencio Maillo desde la Plaza con el esplendor elocuente de sus retratos. ¿Quedamos en la noria y vamos desde allí al Liceo? Vamos, que el pasado vuelve a ser presente y brilla con zapatos color corinto y corbata carmesí.

DdA, XIX/5.361

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