miércoles, 31 de mayo de 2023

“ESTO YE UN COMICIU” O LA DEBACLE DE LA IZQUIERDA



José Ignacio Fernández del Castro

«En política, la indignación moral no es necesaria, ¿sabe cuál es el único pecado? El ser vencido.» El concejal y constructor Edoardo Nottola (interpretado por Rod Steigeren

Le mani sulla città (Las manos sobre la ciudad, 1963) de Francesco ROSI, según el guion del propio director junto a Raffaela La Capria y Guido Alberti.

¿Lo ha hecho tan mal el gobierno estatal de coalición como para merecer ese castigo en la urnas municipales y autonómicas que ha teñido el mapa de azul, incluso en feudos socialistas como Extremadura o Aragón?... Evidentemente no: en medio de una pandemia, ha sido capaz de una política de contención prudente, con importante esfuerzo de protección y ayuda a los sectores más vulnerabilizados, ha impulsado avances sociales notables en muchos aspectos,  ha logrado una reactivación importante de la economía logrando compatibilizarlo con la mayor subida del salario mínimo interprofesional de nuestra historia democrática sin que se resintiera la creación de empleo… Incluso ha creado mecanismos de control de los precios energéticos que se han mostrado más eficaces que los de los países de nuestro entorno, aunque ello no haya logrado frenar el desbocamiento de la inflación… ¿Qué ha pasado entonces para que la derecha haya trasladado también a España ese tsunami conservador que barre el mundo económicamente desarrollado?. Fundamentalmente ha habido una pésima estrategia de comunicación emocional en cada una de las situaciones… ¿Un síntoma?: la curiosa contradicción que supone que, según las encuestas, más de dos tercios de la población española considera su economía familiar buena o muy buena, mientras idéntico porcentaje considera la situación de la economía española mala o muy mala…  

Y ello ha hecho que, hasta en los feudos que mejor han resistido esa ola conservadora, como Asturias, la derecha haya conquistado bastiones históricos de la izquierda (como Foro Asturias probablemente la alcaldía de Gijón, o el PP la alcaldía de Castrillón, tras 16 años, o Tapia Casariego) y ha consolidado la capital con una mayoría absoluta del cantelismo, a la vez que la correlación de fuerzas entre izquierda y derecha pasa a una diferencia de un único escaño, 23 frente a 22, en la Xunta.

 No cabe duda de que las gestiones autonómicas y municipales de la izquierda han estado sembradas de errores (Gijón es un ejemplo de ello con obstinados choques con la ciudadanía y los tribunales que la propia militancia trató de soventar con un cambio de candidato, sin mayor fortuna, acaso por despertar el nuevo  tanto respeto por su histórica labor social como recelo por su falta de nervio político reconocible), ocurrencias que se plasmaban como si de apuestas por el bien común se tratase, incompetencias y propuestas imposibles de diferenciar de las de la derecha… También a nivel estatal ha habida una pésima gestión de los “puntos calientes” más simbólicos: actitudes entre la confusión y el oscurantismo con respecto a los juicios a los gestores del amago independentista catalán, la prepotencia (a veces altanera) de “´última verdad” de los y, sobre todo, las ministras de Podemos; la “puesta de lado” ante de los candidatos con condenas por terrorismo  de Bildu, el cambio de posición en el conflicto saharaui para contentar a Marruecos… Y hasta la misma debilidad ante las politicas indecentes (viejecitos desechados como excedentes humanos en la pandemia a cambio de la libertad de ·tomarse unas cañas·, por ejemplo) de la derecha. En suma, una cierta incapacidad para proyectar una vision política del Estado, pero también, sin duda, de manejar una imagen psicosociológica de la nación pragmática y realista, capaz de calar emocionalmente en la población y resultar innovadora. Lo que, unido a las desavenencias internas profundamente aireadas, ha llevado, por un lado, a que todo el mundo recele de Podemos como “compañero de viaje” y, aislado, se haya convertido en un residuo político casi testimonial (y especialmente molesto en Asturias, donde de la discrepancia se ha pasado a la vendetta interna vergonzante).

Lejos de nuestra intención cuestionar en absoluto el derecho de cada votante a votar lo que le dé la gana, pero tener derecho no supone ni puede suponer en ningún caso tener razón… Así que votar a la misma derecha que han realizado la gestión de la pandemia (tras décadas de privatizaciones que para tantos lo fueron de privaciones) en Madrid o que sumieron a Valencia en lo que el llorado Rafael Chirbes describió tan vívidamente en Crematorio (2007), por ejemplo, sólo puede ser fruto de la ignorancia o de la irresponsabilidad... O una mezcla de ambas cosas, como muestra el impulso paralelo dado al hediondo hálito ultra de Vox.

Lo verdaderamente grave, y lo que nos torna taciturnos, no son siquiera los resultados en sí y los gobiernos municipales y autonómicos que nos esperan… Uno hace tiempo que está persuadido de que en el teatrillo político de marionetas apenas conocemos las manos que verdaderamente mueven los hilos, y lo que se juega son apenas esas salvaguardas para las poblaciones más vulnerables (lo cual, ya es mucho: una cuestión de vida o muerte para bastantes) en medio de un pésimo espectáculo basado en la exageración de las diferencias… Lo verdaderamente grave es que son esas "estrategias de comunicación" las que lo estén decidiendo todo… Porque, además, lo están haciendo a niveles intelectualmente ínfimos (que recuerdan un viejo chiste de El Roto en el que un personaje con pinta de intelectual decía: "Si adaptamos el lenguaje al más obtuso, acabaremos ladrando"), reduciendo cualquier atisbo de idea a una suerte (más bien desgracia) de mantra emocional (de ahí el éxito de un personajillo de más que dudosa altura intelectual y baja estofa moral, pero bien baqueteado en ese mundo de la simplificación publicitaria, como el ínclito Miguel Ángel Rodríguez, en su conjunción con un vacuo icono pop como Isabel Díaz Ayuso)... La izquierda no ha sabido jugar en ese terreno (ni combatiéndolo con discursos más profundos, porque la única que eventualmente lo ha intentado desde el gobierno ha sido Yolanda Díaz y de ahí su éxito personal que tiene muy difícil consolidar por los equilibrios que, cada día más, necesita hacer para sacar su proyecto a flote; ni jugando con las mismas armas, porque incluso cuando Pedro Sánchez utiliza la ironía hiriente, busca no tanto una deslegitimación sarcástica del otro, como demostrar su propia superioridad intelectual, política y hasta moral, lo que no suele sentar precisamente bien a la gente); no ha sabido moverse en esos terrenos emocionales donde la gente no siente que esa “superioridad” también la descalifica a ella... 

En fin, estamos ante la consecuencia de un proceso, en principio positivo, la crítica postmoderna a la posibilidad de verdades absolutas (tal como pretendía la modernidad), pero que, derivando en un "todo vale", acaba llevándonos a esta paradójicamente llamada "sociedad de la comunicación y la información" en la que, como bien saben los psiquiatras, la mayor fuente problemas que se dan en las relaciones humanas proceden de la profunda incomunicación... Y de la información ya nadie con relativa instrucción se fía sin previo contraste (para el que mucha gente no tiene tiempo) y acaba siendo sólo alimento para las masas inertes y moldeables.

Y ahora, el 23 de julio elecciones generales... Como se diría en Asturies, “esto ye un comiciu permanente”; pero claro, en muchos de los sentidos reconocidos por el Diccionariu de la Llingua Asturiana“acción y efecto de pedir cada poco”, “acción y efecto de perjudicar con malicia a unos y beneficiar a otros o a uno mismo”,  “cosa o asunto de poca importancia que da mucho que hacer”... E incluso, si se me apura, “picor, sensación que se siente en el cuerpo y que da gana de rascarse”…  Otra apuesta arriesgada del superviviente Pedro Sánchez: él también sabe que en la política del presente no cabe la indignación moral. El único pecado es ser vencido.

     DdA, XIX/5.361     

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