jueves, 25 de mayo de 2023

EL ARCO DE LA VILLA DE GIJÓN EN 1786

 

Muséu del Pueblu d'Asturies

Félix Población

Faltaban casi doscientos años para que la gente de mi generación transitase por ese mismo lugar, bien camino del nuevo instituto Jovellanos -después de habernos iniciado algunos en el viejo-, bien en dirección a Oviedo, a estudiar en la Facultad de Letras o en cualquier otro centro de los que impartían las correspondientes carreras universitarias, salvo la que me interesaba cursar desde la niñez. 

El primer camino que muchos hicimos fuera del hogar familiar y la ciudad en la que discurrieron nuestros primeros años y adolescencia fue el de la vieja carretera de Oviedo, antes de que se construyera la autovía que comunica Oviedo, Gijón y Avilés en 1976, cuyos 55.000 vehículos de tránsito por día y calzada actualmente nos hubieran sonado entonces totalmente inverosímiles. 

Hablamos de la vieja carretera a la capital de Asturias de finales de los años sesenta. La fotografía que sirve de motivo a este artículo data de 1786. En aquel tiempo, los accesos a las ciudades solían estar presididos por un arco como este del Infante (en alusión a don Pelayo, primer rey de la monarquía asturiana), también llamado tiempo después Arco de la Villa, que me parece daría pie para que acabara siendo conocido el emplazamiento como Puerta de la Villa, punto de salida hacia Oviedo a través de la correspondiente vía de comunicación. 

Los datos demográficos más antiguos sobre Asturias datan de 1842, año en el que la villa de Gijón no sólo estaba por debajo de Oviedo en número de habitantes (16.558 frente a 19.610), sino que también estaban por encima municipios como los de Castropol, Cangas del Narcea y Valdés. Únicamente especificando ese dato se puede comprender el aspecto rural y hasta bucólico que se aprecia en la imagen, más de medio siglo antes de ese cómputo poblacional, aunque ya se atisbaba a finales del XVIII, en otros ámbitos de la ciudad, el porvenir comercial e industrial que iba a tener Gijón en la centuria decimonónica. 




















El Arco de la Villa dejó de presidir esa parte sur del plano urbano gijonés un siglo después de ser erigido, algo que se empezó a comentar en los periódicos de la época desde 1880, tal como leemos en La Opinión, periódico de intereses morales y materiales, en una gacetilla publicada 4 de abril de ese año, algo que en esa información se celebra pues dejaría "más expedita la Plazuela del Infante". Para La Opinión, además, dicho arco nada significa, ni como obra de arte, ni como recuerdo histórico; y además, es un estorbo que se hace necesario desparezca, para facilitar el tránsito público.

Como desaparecido lo da el diario El Comercio el 6 de noviembre de 1888, como si su eliminación se hubiera producido por ensalmo, dado -leemos- "que la población traspasó los límites de aquella valla, animada tertulia de nuestros abuelos en la hora del clásico paseo". Este periódico se muestra, con todo, más respetuoso con el monumento que La Opinión, pues estima que debería ser restaurado y erigido en otra zona de la villa, algo que no llegó a ser realidad por aquello del empuje experimentado por la ciudad industrial, el menosprecio de lo que seguramente se consideraban antiguallas, a pesar de tratarse de una construcción de estilo dórico, decorada con pilastras, con una inscripción en una de sus fachadas en honor al rey Pelayo, cuya figura empuñaba en una mano la espada y en la otra la Cruz de la Victoria. El arco de triunfo se levantó por idea de Jovellanos, cuando se abrió el camino real a Castilla, también por su iniciativa.

Lo que apunta el diario El Comercio en esa noticia, y también celebra, es que la antigua Plazuela del Infante pueda convertirse en el futuro en parque, algo que he querido relacionar en principio con el que se creó en los terrenos del viejo velódromo y donde discurrieron los juegos de mi niñez, sin que ello sea cierto. Lo cierto es que el citado diario se refiere a la Plaza del 6 de Agosto, un lugar entonces ajardinado en el que se erigió, tras la eliminación del Arco de la Villa, la estatua de Jovellanos, obra del escultor catalán Manuel Fuxá, acaso como reparación al monumento derribado que el ilustrado gijonés propuso en su día.

Me ha llamado la atención que en la Plazuela del Infante, próxima al Parque Infantil que hoy lleva el nombre de Plaza de Europa, el mencionado periódico se refiriese a las "tertulias de nuestros abuelos", pues si algo era motivo de mi curiosidad durante mi niñez eran las reuniones que mantenían los ancianos en torno a las bancadas circulares de azulejos que rodeaban las palmeras del parque, entre los que estaba mi querido abuelo republicano y ferroviario, el que tuvo como trabajo guardar las agujas de los trenes (guardagujas fue la palabra más interesante de mi infancia).

Por entonces, la fábrica de vidrios que se menciona en la noticia del diario El Comercio, y a la que el vecindario llamaba de cristales, era un extenso solar vacío y polvoriento -al que se llegaba por la estrecha y sombría calle de Pelayo desde la Plaza del 6 de Agosto-, en el que se instalaban las carpas de los circos, las churrerías y los diversos tiovivos durante las ferias. 

El resto del año, la que fuera fábrica de cristales era el mejor espacio disponible para que corriéramos tras un balón bastante deficiente, embadurnados en polvo o barro, según la estación, o nos hiciéramos los aguerridos expedicionarios por entre las ruinas de aquel territorio desolado, ubicado en el mismo centro de la ciudad, que parecía un escenario posbélico, como lo fue Gijón el día que las tropas sublevadas en 1936 ocuparon la ciudad.

     DdA, XIX/5.357     

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Habría alguna familia con apeidos javitos castaños, que viviera por ese lugar?

Manuel dijo...

Mi nombre es Manolo. Gracias no anonimo

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