Alejandro Álvarez
Vi la entrevista de Évole a Yolanda Díaz. Hacía algún tiempo que no lo veía y me pareció un ejemplo de periodismo malo, al servicio de una intención previa: hacer daño a una fuerza o ámbito político concreto (Podemos /Unidas Podemos), además de aumentar el share. La finalidad prefijada le llevó a elegir un modelo de entrevista basado en repetir (hasta el hastío) preguntas centradas en el enfrentamiento con Iglesias, en interrumpirla para no pudiera explicarse con amplitud, en convertirse en protagonista de la entrevista, en sacar conclusiones por sí mismo para poner a Yolanda en aprietos hasta conseguir titulares beneficiosos para aquel fin o en impedir que la entrevistada pudiera explayarse. En definitiva, puso a Yolanda al servicio de su intención. Y lo hizo bien para conseguir lo que pretendía.
Hoy he visto la entrevista que realizó a Rodrigo Cuevas y esta respondía a un modelo bien distinto. Évole dejó explayarse al entrevistado, buscó los aspectos de interés del personaje y lo convirtió en el protagonista total, en definitiva, se puso a su servicio. E hizo bien lo que venía bien a su interés.
Eso quiere decir que sabe hacerlo y que lo que hizo con Yolanda no fue el efecto de un error sino el resultado de una intención comunicativa. Es esa intención la que lo llevó a hacer lo que hizo. No fue un error en la "ejecución" de un modelo constante de entrevista de Jordi Évole a sus entrevistados, sino el modelo elegido y bien "ejecutado" para el fin que pretendía.
Évole pide disculpas asegurando que no tuvo el mejor día. Es esperable pues así nos puede hacer creer que se trató de un error, y los errores son perdonables. Sin embargo, si lo vemos como fue en realidad (un tipo de entrevista para una finalidad poco justificable fijada a priori), como un evidente ejercicio de mala praxis periodística, ya no es tan perdonable. La expresión latina "Excusatio non petita, acusatio manifesta" viene muy al caso para referirse a lo hecho por Évole, porque pide perdón o esconde la mano para que no veamos que tiró la piedra. Y eso lo hace más culpable.
DdA, XIX/5.432
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