Lazarillo
Es muy de agradecer que Rodrigo Cuevas haya tenido la inteligencia y la sensibilidad de cantar a Rambal y promover el recuerdo y homenaje a su memoria en la villa de Gijón. Rambal, como todos los homosexuales de su tiempo, fue una víctima más de la dictadura, en su caso cuando ya había fallecido el dictador pero se mantenía en pie todavía la estructura de su régimen. Lo asesinaron y pretendieron quemar su cuerpo en 1976, cuando tenía 47 años de edad. Nunca se llegó a saber el autor del crimen, se supone que para dejarlo impune, porque así lo quiso el régimen en sus estertores. "Lo que me interesa de su figura -dice hoy Cuevas en el diario El País- es que en pleno franquismo, en un tiempo en el que había campos de concentración para personas LGTBIQ+ y estaba vigente la ley de vagos y maleantes, vivió su homosexualidad con toda naturalidad, con total apertura, algo que pudo hacer porque hubo un barrio que se lo permitió y que lo dejó ser como era”. Alberto Alonso Blanco ya tiene su estatua en el viejo barrio de Cimavilla en el que se crio y algunos lo conocimos cuando éramos muy jóvenes. Téngase en cuenta en breve la memoria de Rambalín y su asesinato a la hora de votar opciones políticas cuyos líderes se consideran los hijos de los vencedores de aquella guerra infausta que trajo consigo la pérdida de todas las libertades. No habría mejor homenaje a su memoria que haber identificado y condenado a quien lo mató.
DdA, XIX/5.435
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