jueves, 23 de marzo de 2023

EL SILENCIAMIENTO DE LA TRADICIÓN REPUBLICANA EN EL RÉGIMEN DEL 78

Me parece de sumo interés la entrevista que Sebastiaan Faber hace a Gerardo Pisarello, diputado por En comú podem, con ocasión de su libro publicado por CTXT "La república inesperada", en el que hace memoria del olvido que de un modo dominante se ha hecho en este país del pensamiento republicano, que se remonta más allá de la efímera Primera República. La reinstauración de la monarquía por parte del extinto dictador supuso tal ensalzamiento del régimen coronado que durante los últimos casi cincuenta años gestó un silenciamiento de ese pensamiento político heredado de la revolución francesa: "Lanzar a la papelera de la historia la esperanza de cambio que la República de 1873 encarnó –escribe Pisarello– es borrar de la memoria las luchas populares que la hicieron posible y blindar en el presente los privilegios que su llegada cuestionó con fuerza innegable”.



Sebastiaan Faber 

En una de las cuatro esquinas del Parque Víctor Hugo en La Habana, Cuba –justo donde la calle H cruza la 21, a una cuadra de la avenida de los Presidentes–, se encuentra un monumento a Francesc Pi y Margall, el hijo de un tejedor de velos barcelonés que en 1873 llegó a ser presidente de la Primera República Española. La estructura es modesta: un busto de bronce montado sobre dos bloques de piedra de menos de dos metros de altura. Una placa reproduce una cita en que el gran teórico federalista expresa su deseo de vivir lo bastante como para ver a Cuba “libre e independiente”.

En Madrid, en cambio, Pi y Margall no cuenta con ningún monumento, aunque fue allí donde gobernó y donde murió, en 1901, a los 77 años. En su Barcelona natal no tuvo mucha más suerte. Los primeros intentos por homenajearle en el espacio público datan de 1915; pero surgieron dificultades y el monumento en su honor, la República de Josep Viladomat, no se inauguró hasta 21 años después, en abril de 1936, en vísperas de la guerra. La estatua, un desnudo femenino a cuyo pie se encontraba un medallón con un retrato de Pi y Margall, sobrevivió a los bombardeos, pero fue retirada por las autoridades franquistas a dos semanas de declarar la victoria. Se volvió a instalar definitivamente en 1990, con el medallón incluido, en la plaza de Llucmajor en Nou Barris, que en 2016 fue rebautizada como plaza de la República.

No es nada casual que la memoria de la primera experiencia republicana esté más presente en ultramar que en la propia España, mantiene Gerardo Pisarello, diputado por En Comú Podem. “Cuando se evoca la palabra ‘república’, la memoria y los afectos se dirigen casi indefectiblemente al 14 de abril de 1931”, escribe en La República inesperada, el libro que acaba de publicar en Escritos Contextatarios. “Casi nunca ocurre lo mismo con la Primera República (…). Es más, escribir sobre ella, a un siglo y medio de su proclamación, exige un arduo trabajo previo, similar al de quien debe remover una pesada losa de la entrada de una habitación para que la luz pueda penetrar en ella”. 

La República inesperada nos sumerge en una detallada narración de los convulsos seis años que van desde la Revolución Gloriosa (1868) a la restauración de la monarquía (1874). De paso, Pisarello rescata a figuras clave del periodo, no solo Pi y Margall, sino también republicanos federales como Ramón Xaudaró o Valentí Almirall y activistas pioneras como Modesta Peirú (atea y feminista de Zaragoza), Isabel Vilà i Pujol (líder sindicalista catalana) o la anarquista canaria Guillermina Rojas, quien en un célebre discurso de octubre de 1871 llegó a defender el derecho de las mujeres al amor libre.

En su libro, Pisarello avanza cuatro argumentos principales. Para empezar, subraya que, por más que el nacimiento de la Primera República fuera inesperado –se proclamó el 11 de febrero de 1873, un día después de la sorpresiva abdicación de Amadeo de Saboya, el rey “importado” de Italia para sustituir a la dinastía borbónica– fue el producto de muchos años de trabajo teórico y organizativo a ras de suelo. 

Segundo, explica que los años entre la Gloriosa y la Restauración estuvieron marcados por dos importantes tensiones internas en el movimiento republicano. Por un lado, los republicanos moderados, partidarios de una descentralización limitada y de pactar con los sectores más conservadores, se enfrentaban con los republicanos más audaces en lo social, para quienes España –o Iberia– solo podía constituirse federal o confederalmente a partir de la libre asociación de municipios y regiones. Por otro lado, ya durante la República, hubo una tensión entre dirigentes federalistas como Pi y Margall, que buscaba ganar tiempo para neutralizar a los sectores reaccionarios y conseguir que el nuevo régimen se estabilizara mediante una nueva Constitución, y el movimiento cantonal, popular, ansioso por realizar las grandes expectativas sociales que había despertado la proclamación republicana. 

El tercer argumento de Pisarello es que el sexenio democrático de 1868-74 dejó un legado político y social nada despreciable: “Consolidó el sufragio universal masculino y apuntaló el municipalismo como fuerza de cambio; impulsó el asociacionismo obrero y la abolición de las odiadas quintas y del reclutamiento para guerras coloniales; favoreció las ocupaciones de tierras concentradas por parte del campesinado hambriento y propició la eliminación de los impuestos al consumo”. 

Finalmente, afirma que el olvido en que ha caído este interesantísimo capítulo de la historia española –que se suele descartar como un episodio intrascendente marcado por el caos y el fracaso– es no solo injusto sino nocivo. “Lanzar a la papelera de la historia la esperanza de cambio que la República de 1873 encarnó –escribe– es borrar de la memoria las luchas populares que la hicieron posible y blindar en el presente los privilegios que su llegada cuestionó con fuerza innegable”.

Pisarello (Tucumán, Argentina, 1970) es doctor por la Universidad Complutense y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Barcelona. Entre 2015 y 2019 fue primer teniente en la alcaldía de Ada Colau (que firma el prólogo al libro). Hoy, además de diputado, es secretario primero de la Mesa del Congreso. Hablamos a mediados de marzo.

Léase entrevista en CTXT           DdA, XIX/5.405  

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