Alba
Sidera
La
victoria de la flamante líder del Partido Democrático, Elly Schlein, representa
un récord por triplicado. En primer lugar, no había sucedido nunca en la
historia de la formación que todas las previsiones fallaran, y que el voto de
las primarias abiertas cambiara el sentido del resultado del voto de los
inscritos. Los que tenían el carnet del PD eligieron a su contrincante, Stefano
Bonaccini, gran favorito en todas las quinielas. En segundo lugar, Schlein es
la primera mujer en liderar el principal partido del centroizquierda italiano.
Y lo hace justo en el momento en que otra mujer, Giorgia Meloni, lidera la
derecha, la extrema derecha y el gobierno exprimiendo al máximo su condición de
mujer –y de madre– para construir una retórica ultraconservadora y antifeminista.
Y en tercer lugar, Schlein, de 37 años, ha desbancado a Matteo Renzi de un
podio del que el florentino presumía siempre que podía: el de haber sido, con
38 años, “el secretario más joven de la historia del Partido Democrático”.
Elena Ethel Schlein nació en 1985 en Sorengo, un pequeño municipio
de Lugano, Suiza, de madre italiana y padre norteamericano, ambos profesores
universitarios. Llegó a Italia para estudiar en la Universidad de Bolonia,
ciudad en la que militó en organizaciones estudiantiles y donde más tarde
creció políticamente. Hizo un curso de DAMS (una especialidad en la que se
estudia drama, artes y música) para pasarse después a Derecho. En 2008 se fue a
Chicago para participar como voluntaria en la campaña electoral de Barack Obama,
y explicó sus peripecias norteamericanas en un blog. Schlein siempre cuenta que
la experiencia en la campaña de Obama le marcó profundamente, y que de hecho
allí nació su pasión por la comunicación política. En 2012 volvió a Chicago,
esta vez para formar a nuevos voluntarios para la reelección de Obama.
Se
puede decir que Schlein se estrenó en la política italiana en el antirenzismo.
Se dio a conocer en 2013, cuando formó parte de las protestas de las bases
demócratas contra las maniobras y traiciones internas –lideradas en secreto por
Matteo Renzi– que dejaron a Romano Prodi sin la Presidencia de la República.
También en 2013 participó en el #OccupyPD, una campaña de las bases más
progresistas que se oponía al gobierno de gran coalición de Enrico Letta, que
pactó con Berlusconi (detrás de esta maniobra se encontraba también Renzi, que
enseguida le quitó el puesto a Letta). Fue elegida eurodiputada con el PD en 2014,
pero, al cabo de un año, como buena parte del sector más progresista liderado
por Pippo Civati, abandonó el partido que Renzi estaba convirtiendo en una
formación de centroderecha. Y se pasó a Possibile, de Civati. Fue eurodiputada
del 2014 al 2019, vicepresidenta de la región de la Emilia-Romaña de 2020 a
2022 (con Bonaccini de presidente) y desde el pasado octubre es diputada.
Después de siete años fuera del partido, en diciembre de 2022 se inscribió de
nuevo al PD para concurrir como candidata a liderarlo.
Schlein es una progresista moderada: sus referentes políticos son
Obama y Prodi. Pero la derecha presenta su victoria como la llegada de un
Anticristo vestido de joven feminista, atea y bisexual, dispuesta a homosexualizar a
la población a golpe de hoz y martillo. El diario Il Tempo le
dedicó una portada de terror con el título “ComunistElly” y
este imperdible subtítulo: “Vamos hacia atrás, con Schlein se vuelve a los
porros libres y a la lucha de clases”. Simone Pillon, uno de los ideólogos de
la extrema derecha ultracatólica italiana, pilar del Congreso de la Familia y
entusiasta de las teorías conspiranoicas más desternillantes, no ha dejado de
sollozar desde que ganó Schlein. Según el leghista Pillon, la
secretaria del PD será la encargada de hacer “el gran reset”,
un lavado de cerebros masivo que inclinará a los italianos al aborto y la homosexualidad.
La extrema derecha ataca a Schlein con inquina por ser feminista y bisexual,
pero también por su origen judío, hecho que le ha convertido en protagonista de
irreproducibles fabulaciones racistas. Los neofascistas, además, han dado la
bienvenida a Schlein amenazándola y dedicándole diversas pintadas con
esvásticas.
La progresía mediática, por su parte, señala como uno de sus
puntos fuertes que “a diferencia de Meloni, que viene del fascismo, Schlein no
viene del comunismo”. Lo destacaba en un elogioso artículo en La
Repubblica la periodista Concita de Gregorio, una de las pocas
grandes firmas del país que prestó atención a la figura de Schlein antes de su
victoria.
La primera frase que dijo Schlein, emocionada y con toda la
intención, cuando supo que había ganado, fue: “Esta vez tampoco nos vieron
venir”, citando a la historiadora feminista estadounidense Lisa Levenstein. La
frase, título del libro They didn’t see us coming: The Hidden
History of Feminism in the Nineties (‘No nos vieron venir: la
historia del feminismo oculto en los años noventa’), ha sido muy repetida desde
la victoria de Schlein, hasta el punto de que Meloni, durante la pasada vigilia
del 8 de marzo, también quiso utilizarla. Estaba inaugurando una foto suya en
la Sala de las Mujeres, un espacio del Parlamento reservado a mujeres pioneras
en política, y aprovechó para hacer el chascarrillo: “A menudo no te ven
llegar”, dijo, socarrona.
Las palabras de Meloni llegaron a Levenstein. La Agencia Ansa
preguntó a la académica, referente de la historia del feminismo de los
márgenes, qué le parecía que la citase la líder posfascista –el adjetivo es
mío, la principal agencia de noticias del país, siempre muy amable con Meloni,
la describe “de centroderecha”–. Y si el hecho de que gobierne se puede
considerar una victoria feminista. “Por supuesto que no”, aclaró: “La historia
del feminismo y de la política –pensemos en Margaret Thatcher, por ejemplo–,
nos enseña que tener una mujer en un rol de primer nivel no significa que habrá
necesariamente un cambio político y económico positivo para la mayoría de las
mujeres”, explicó Levenstein. Y recordó que existe una larga lista de mujeres
de derechas que alcanzaron el poder gracias al esfuerzo de las feministas que,
sin embargo, llevan a la práctica políticas antifeministas, perjudiciales para
las mujeres (como las que está implementando Meloni). En cambio, se alegró de
la victoria de Schlein, de la que dijo que “está alineada con el movimiento
feminista internacional” y con sus batallas principales, como son “la justicia
reproductiva, el acceso al aborto, la justicia económica, las discriminaciones
raciales, los derechos de los discapacitados, la violencia de género y los
derechos LGTBI”.
La labor que tiene por delante Schlein es ingente. Venimos de un
Partido Democrático que se avergonzaba de la palabra “izquierda”, que pactó con
la patronal una reforma laboral contra los trabajadores, que ni siquiera tiene
una posición unánime respecto al derecho al aborto o al matrimonio igualitario.
Así que el simple hecho de que Schlein diga cosas de izquierdas (que quiere un
salario mínimo, una reforma laboral inspirada en la de Yolanda Díaz, el
matrimonio igualitario, etc.) parece ya un gran avance. La duda es si serán
algo más que palabras.
Por ahora, la llegada de Schlein ha hecho remontar al PD en los
sondeos (ha alcanzado el 17,9%, pero es que se parte de muy abajo) y supera por
primera vez, desde octubre, al Movimiento Cinco Estrellas, que tiene un 16,8%
de intención de voto. No obstante, el partido de Meloni, Fratelli d’Italia,
lidera las encuestas en solitario con un 29,9% y nada hace presagiar que vaya a
desinflarse. La Lega de Salvini tiene el 9,1%, los liberales de Renzi y Calenda
un 7,6% y Forza Italia de Berlusconi el 6,9%. Por su parte la izquierda,
aglutinada en la alianza Verdi e Sinistra, se queda en el 2,8%, por lo que, si
hubiera elecciones ahora, no entrarían en el Parlamento.
Una muestra de la ilusión que ha despertado la elección de Schlein
es que el 9 de marzo, a solo tres días desde que se abriera la posibilidad de
acoger nuevas inscripciones, más de 7.500 personas se han hecho el carnet del
PD. Bonaccini lo ha celebrado de un modo curioso, minimizando el boom de
inscritos y ejerciendo de aguafiestas. “Era de esperar que muchos hicieran como
Schlein y volvieran”, opina, pero “tenemos que evitar una hemorragia silenciosa
de los que corren el riesgo de no sentirse en casa”, añade. Para intentar
acoger a los que quieren un PD menos retrógrado sin que la vieja guardia se
lance a los brazos de Renzi y Calenda y su “Tercer Polo”, Schlein decidió este
viernes ofrecerle la presidencia del partido a Bonaccini. En los próximos meses
veremos en qué medida Schlein será capaz de airear un centroizquierda
burocratizado y alejado de los trabajadores, que se ha convertido en “el
partido de las corbatas”. Se parte de tan abajo que si lograra desderechizar el
PD y acercarlo a los estándares del resto de partidos socialdemócratas europeos
ya sería una gran victoria. Fácil no lo va a tener.
@El colapso del centro-izquierda italiano: análisis de un derrumbe necesario (El Salto)
CTXT DdA, XIX/5.397
No hay comentarios:
Publicar un comentario