miércoles, 22 de febrero de 2023

UN POEMA DE ANTONIO MACHADO PARA DOS MILLONES DE NIÑOS MUERTOS

Lazarillo

Siempre habrá lugar en este modesto DdA para los versos de Antonio Machado, cuya vida en el exilio de la dulce Francia, tan ingrata para los miles de refugiados españoles que cruzaron la frontera pirenaica, se extinguió un día como hoy de 1939, que no fue el año de la paz sino el de la victoria del fascismo en España y el comienzo de la dura y larga represión de la dictadura franquista. Si hay un poema de don Antonio que nos puede llegar hoy mejor que otros, a la vista de la guerra atroz que se vive en Ucrania -con su éxodo millonario de refugiados- y amenaza a Europa porque faltan las palabras y la decencia en uno y otro bando para evitarla y sobran los intereses económicos, geopolíticos y estratégicos, es este que mi estimado amigo Alejandro Álvarez nos ha recordado, escrito durante la guerra que expulsó de nuestro país a la ciudadanía mejor dotada para la cultura, el arte, la ciencia y el pensamiento. En algún lugar de Ucrania, o en cualquiera de las otras guerras más oscuras que desangran el planeta, alguna madre como la de aquel Madrid bombardeado por la aviación nazi, estará viviendo lo que nos cuenta don Antonio. Dos millones de niños han muerto en los dos últimos lustros como consecuencia de las malditas guerras. Dos millones de madres podrían haberles dicho estos mismos versos a sus hijos. Vayan desde aquí para quienes los necesiten en cualquier lugar donde la barbarie este pisando a la razón:

La muerte del niño herido
Otra vez en la noche... Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
—Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime
la madre, junto al lecho. —¡Oh, flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
fuera, la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!

DdA, XIX/5.381

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