domingo, 12 de febrero de 2023

LABORDETA: UN NOMBRE ESCRITO EN EL LIBRO DE LOS MAÑANAS


¿Qué no diría hoy José Antonio Labordeta ante un Congreso mucho más asilvestrado que el de su tiempo como diputado, gracias la extraviada decisión de más de tres millones de electores? Si por entonces el cantautor tuvo esa intervención para responder a quienes interrumpían su voz cuando hablaba desde la tribuna, suponemos a José Antonio mucho más indignado ante la sarta de soflamas retrógradas que escuchamos ahora por parte de los diputados y diputadas de la extrema derecha. Este Lazarillo tuvo la oportunidad de conocer a Labardeta hace muchos años en su casa de Zaragoza. Fue de aquellas personas, entre la gente de la cultura, que más espontánea, llana y familiarmente me trató, habiendo sido muchas las que entrevisté en aquellos años en compañía de mi colega el escritor Javiér Villán, en ruta ambos por las comunidades autónomas de este país. Supongo que Villán lo reflejará así en el libro de memorias que está preparando y que de seguro nos permitirá reconocer aquella España de la Transición tan poco prometedora para algunos. Estoy deseando ver la película sobre José Antonio Labordeta que ayer se celebró y premió en Sevilla durante la ceremonia de los Premios Goya. Estoy convencido de que ese film tan necesario dará cabal interpretación de la personalidad noble y buena del cantautor aragonés. Su nombre, como dice mi estimado Valentín Martín, está ya escrito en el libro de los mañanas. Ese que pone Libertad y que conviene defender sin dilación de lo que se está cociendo en la derecha extrema española.

Valentín Martín

Se negaba a ser poeta, para no achicar al hermano muerto y robarle una brizna de luz. Hubo parte de la tribu musical que dudaba de su condición de músico. Y era las dos cosas. En los escenarios, en las plazas, hasta hablando en el Kontiki donde Ángel González se escribió tan poeta, frente al ventanal que mira a la calle donde nació palacaciega Fabiola de Mora y Aragón, la muchacha pía que España regaló a los belgas para redimir a Balduino, un pindongo que se acostaba con la mujer de su padre.

Va a hacer 23 años que llegó a Madrid para ejercer de diputado. Solo -el único escaño de la Chunta Aragonesista- creyó que no podía aportar nada a su tierra, diluido en el grupo mixto. Ni él mismo había reparado en que la segunda ciudad en población aragonesa era Badalona.

Desde que aprendió que al congreso de los diputados no se entra por la puerta de los leones, todo ya fue muy rápido. El tiempo que le tocaba, como a sus compañeros parlamentarios, era escaso. Pero descubrió el atajo. Y por él transitó casi 8 años, metiendo el dedo en el ojo de cada gobierno. Supo, como García Rúa, que cuatro palabras pueden desencadenar una revolución. Y que muchas escritas pueden ser un martillo pilón sembrando inquietudes en el batallón de las mayorías.

Enfrente tenía un alud de arrogancia. Tan poca cosa.

Anoche la gente del cine levantó de nuevo su nombre al premiar una película documental que habla de él a las generaciones de hoy. A ver si de una vez ya se limpia de cicatrices la prisa, y nos paramos todos ante sus multiplicaciones culturales y su condición humana. Hay que subir de tamaño para estar a su altura. Pues un esfuercito y ya está. Qué gozo este sábado cuando la cultura revoloteó en Sevilla para escribir su nombre en el libro de los mañanas, borrando un olvido.

José Antonio Labordeta, poeta, músico, compromiso, ciudadano, y todo lo que se puede ser en la hostilidad del mundo. Por una película le conoceréis mejor.

DdA, XIX/5.373

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