lunes, 27 de febrero de 2023

LA ESTUPIDEZ DEL INDIVIDUO OCCIDENTAL

Jaime Richart

Al parecer, Steve Jobs, cofundador de Apple, dijo antes de morir más o menos lo siguiente: “En este momento acostado, enfermo y recordando toda mi vida me doy cuenta de que todo mi reconocimiento y mi riqueza no sirven para nada ante mi muerte inminente; que puedes contratar a la mejor persona para trabajar para ti pero no puedes contratar a quien lleve la enfermedad por ti; que puedes tener cosas materiales, pero hay una cosa que no se puede encontrar cuando se pierde: la vida. A medida que iba creciendo me di cuenta de que un reloj de 5 dólares y otro de 5.000 dan la misma hora, que un coche de 10 mil y otro de cien mil te llevan al mismo lugar, que en una casa de 100 metros y otra de 1000 se siente la misma soledad; que tu verdadera felicidad no proviene de las cosas materiales de este mundo si no del afecto de las personas que amas”.
Que tenga que esperar necesariamente una persona que suponemos es inteligente a ese momento postrero de su vida para llegar a esas luminosas y certeras conclusiones, dice muy poco de su verdadera inteligencia. Pero como esto, darse cuenta de lo que Steve Job se ha percatado, es muy común, también dice mucho de la escasa inteligencia de la mayoría de la gente. Pero también es cierto que de ese no darse cuenta de todo cuanto dijo este magnate durante la vida, no tiene la culpa el individuo en sí mismo. Es el halo de la educación del propio sistema económico y social el que no sólo propicia no ver las cosas como durante su vida las ve Steve Jobs cuando le queda poco de vida. Es que “el sistema” fomenta y alimenta con la brutal e insistente publicidad, la visión de la vida ideal conectada a la posesión. De modo que pocos y pocas se sustraen a la tentación de valorar a los demás, aparte de sí mismos, por el dinero que tienen. Sin embargo, fijaos bien. Si en una nación occidental, de repente, simplemente por una intensa campaña, en este caso de una verdad rotunda pero en los mismos términos de la puesta en circulación por Gobbels, la gente dejase de consumir y se limitase a lo necesario y poco más, el sistema se vendría abajo. Si la mayoría de la gente de un país se “convirtiese” a la religión de la austeridad, las cadenas de producción y distribución se derrumbarían y en poco tiempo la economía de ese país sufriría un colapso. Y no me refiero a la austeridad forzada por una política de recortes en los sectores socialmente más sensibles, como la Sanidad, la Educación, etc, mientras gobernantes y magnates se suben sus retribuciones de manera escandalosa. Pues a los despidos inesperados, a la privación de empleo y a la reducción de los salarios… es inexacto llamar a eso austeridad. Eso es sencillamente privación. De manera que por una educación impartida con la misma tenacidad que la publicidad que ya de por sí nos embarga, retrajese el consumo, produciría en la economía unos efectos desastrosos. Vivimos, pues en una trampa, entrampados, sin poder salirnos del bucle de una vida estúpida abocada al consumo de cuyos funestos efectos sólo nos percatamos cuando ya no podemos poner remedio…
Tantos años de carrera para estudiar economía en cientos de universidades del mundo, para llegar los estudiantes, los licenciados y los acaparadores de másters a conclusiones parecidas a las de Steve Jobs respecto a lo que es la base de su estudio: el consumo y laberínticas fórmulas de ingeniería financiera. Pues la Economía política, en un sistema en el que el centro de gravedad es el individuo y no las personas jurídicas, no es en realidad diferente de la economía doméstica. Ingresos y gastos. Debe y haber. Prioridades en el gasto, impuestos proporcionales a los ingresos, y pare usted de contar. La macroeconomía y demás conceptos pertenecen a la tortuosidad de un sistema enrevesado que puede reducirse técnicamente (y debiera) a tres o cuatro ideas nada más. Las prioridades en el gasto son fundamentales. Es una aberración destinar a “Defensa” y a gastos suntuarios sumas siderales mientras se destinan otras exiguas o recortadas a hacer menos desgraciada la vida y a abrir las puertas a una maternidad mucho más ilusionante por la seguridad de una vida tranquila para el nasciturus.. Pero una sociedad y un sistema cada vez más enrevesados, más cerca de la decadencia de Occidente de Oswald Spengler, actualmente, con las nuevas tecnologías e Internet, “trabaja” justo en el sentido contrario. Esta es la paradoja. Y como Steve Jobs, deben ser millones y millones en el mundo occidental los y las que se dan cuenta, cuando ya nada pueden hacer para evitarlo, de cómo han tirado la vida real y afectiva por la borda…

         DdA, XIX/5.385         

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