Ana Cuevas
El barrio de «El Gancho», en el que tengo el orgullo
de vivir, es multirracial y variopinto. Podría parecer que muchas cosas nos
separan: diferentes culturas, razas, orientaciones, creencias y agnosticismos
(como el de servidora). Sin embargo, si algún lugar aglutinaba el
entendimiento y la convivencia en nuestra particular torre de Babel, ese era
sin duda el centro Social Luis Buñuel. Al menos hasta que esta madrugada, como
si de una operación anti-terrorista se tratara, una legión de policías con todo
el parque móvil cesaragustiano disponible, ha entrado arrasando con puertas y
ventanas para tomar por la fuerza mi antiguo instituto de secundaria.
Una actuación tan surrealista y desproporcionada que
el propio Buñuel hubiera sacado un guión estilo «El Angel exterminador». Pero
cambiando lo de ángel por Azcón. Un señor que, por lo que sea, ve mal esto de
la solidaridad y ha decidido acabar con una labor encomiable y voluntaria de la
ciudadanía con la primera excusa que le ha venido a la neurona. ¿Qué le molesta
a nuestro ilustre alcalde? ¿Acaso la labor de «La olla solidaria»?
Normal, alimentar a trescientas familias con las
donaciones de los comercios y vecinos del barrio y el trabajo no remunerado de
los cocineros, es un ejemplo que no debe cundir. La solidaridad es cosa del
rojerío, debe pensar su pobre cabecica. Por eso le molesta que se suministrara
ropa gratis a quien la necesitara. O que fueran los primeros que
acogieran con los brazos abiertos a los refugiados ucranianos. Que ya se
han convertido en un colectivo más de la familia Buñuel.
En este barrio tenemos nuestras cosas. y El Buñuel es una de las más valiosas. Es por eso que estamos consternados y hoy, algunas tiendas y locales han cerrado sus puertas en muestra de protesta… y solidaridad, señor Azcón. Esa cosa que usted no entiende y que, aunque no lo crea, no tiene que ver con ideologías políticas, creencias religiosas o denominación de origen. Es algo que surge de la empatía. Una señora que, al parecer, aún no le han presentado.
Dele una vuelta al asunto. El trabajo social de los últimos diez años de este centro está nominado a ser premiado en Europa. Pero aquí seguimos en Carpetovetonia. Al menos usted porque los vecinos de «El Gancho» y «El Buñuel» andamos por universos paralelos y continuaremos tendiendo la mano para que nadie caiga. No tiene nada que ver con los partidos ni las milongas que largan los políticos. Somos seres humanos comportándonos como seres humanos. Si eso es delito. Que vengan y nos detengan. Que vayan preparando varios volquetes de esposas. Con la solidaridad es lo que pasa. Una vez que se prueba, se le coge el gusto y se contagia.
Debería probarlo su excelencia. A lo mejor descubre
que hay algo más allá del bla, bla, bla de las peroratas políticas. Personas
que ayudan a personas desinteresadamente. La base de la supervivencia de la
especie humana. Ahí lo dejo.
¡Demasiada policía para matar a un ruiseñor! Lo
que pasa es que algunas aves, como una tal Fénix, tienen la manía de renacer de
sus cenizas. Quizás, el C. Luis Buñuel, sea una de ellas. L@s que lo amamos, no
perdemos la esperanza.
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