Gerardo Tecé
Es una teoría verosímil esa que dice que Podemos podría pasar a la irrelevancia tras las próximas elecciones generales. Se dan muchas circunstancias para que así sea. La desaparición del tirón de Pablo Iglesias de los carteles electorales, el desgaste mediático o los fortísimos y sólidos liderazgos de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz al frente de PSOE y Sumar apuntan a ello. No hay nada para siempre en política, excepto que todo cambia, siempre. Gracias a dios, añaden quienes están deseando acudir a ese funeral.
Que Podemos pase a la irrelevancia, que se convierta en una Izquierda Unida gruñona, directamente desaparezca o se refunde en club de lectura marxista es algo que no tiene la menor trascendencia. Quienes están encargando sus trajes para el entierro deberían tenerlo en cuenta. La gran apuesta –y logro– de Podemos nada tiene que ver con su continuidad, ni con haber alcanzado el Gobierno de España con todo en contra, ni tan siquiera con políticas sociales o de igualdad. La gran apuesta de los morados tiene que ver con la memoria. El muerto se va, pero la memoria queda. Pase lo que pase con Podemos, es ya demasiado tarde para que no hayamos asistido a cómo desde el Parlamento es posible denunciar la falta de escrúpulos del poder económico citándolo con nombres y apellidos. Nunca antes había pasado. Ya no hay marcha atrás ni forma de impedir que el votante haya sido testigo de cómo desde el sillón de un ministerio se pueden decir cosas tan poco institucionales como la verdad: que los grandes medios manipulan la información sin escrúpulos, que la policía a veces comete abusos intolerables o que la justicia española cojea por exceso de politización o machismo. No había precedentes de sinceridad en la política institucional, pero ahora los hay y esa es la herencia envenenada que Podemos le deja a quien pretenda irse al bollo tras dejar al muerto en el hoyo. La idea de que un político de izquierdas no solo puede, sino que también debe, poner sobre la mesa la incómoda verdad ha quedado instalada. El muerto se va, la herencia queda.
Si se cumplen los augurios y en unos meses doblan las campanas, quienes pretenden que la ley del ‘solo sí es sí’ sea el epílogo morado, descubrirán que será, además, prólogo de lo próximo que venga. Podemos no llegó a la política para cambiarla de arriba abajo, como celebraban hace unos años los morados más optimistas, ni tampoco para acabar con un bipartidismo que va camino de volver con fuerza. Podemos llegó a la política para cambiar la forma de entenderla desde la izquierda. Y esté o no esté Podemos, eso seguirá siendo así durante años. Quienes, llegado el caso, hereden, tendrán que tener en cuenta que no vale ya con hablar de poderosos que cometen abusos en abstracto, sino que la labor del político de izquierdas que quiera ser honesto con sus votantes será entrar en materia para explicar cuál es el abuso, quién lo comete y cómo enfrentarlo. Y que para eso las sonrisas y el buen tono no suelen ser suficientes. Si una ley pensada para que las mujeres no tengan que seguir yendo al juzgado a que se las juzgue a ellas por su comportamiento durante la violación, es atacada por tele, portada y juzgado, no cabe otra que tirar de verdad, por incómoda, poco institucional y poco efectiva que sea a la hora de capear el temporal. Tocará explicar que son los jueces los encargados de aplicar esta ley y que cada juez es responsable final de su decisión y no una ley que le permite mantener penas intactas. Ni al líder de izquierdas de hoy ni al de mañana le quedará más remedio, aunque a uno lo acusen de atacar a la justicia. Tocará decir que hay medios que hacen recuento de rebaja de condenas obviando los casos que gracias a la nueva ley han podido ser juzgados. Aunque a uno lo acusen de ir contra los medios. Esto o vivir eternamente sometido al qué dirán quienes son, al mismo tiempo, propietarios de los grandes medios y actores políticos. Pase lo que pase con Podemos, ya es tarde para volver al esquema de una izquierda cómoda y es imposible que esa izquierda cómoda sea útil en el futuro.
Con o sin Podemos, en el escenario futuro habrá unos pocos millones de votantes de izquierdas que no estarán dispuestos a renunciar a que la verdad sea dicha y que serán imprescindibles para que al PSOE y al resto de fuerzas progresistas les salgan las cuentas. Dejar que el agua entre en un camarote porque quien lo habita no te gusta es una forma como otra cualquiera de hundir tu propio barco.
CTXT DdA, XIX/5.368
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