martes, 17 de enero de 2023

URGE UN MENSAJE DE UNIDAD DE LA IZQUIERDA ANTES DE LAS MUNICIPALES


EDITORIAL

La sensación entre muchos votantes de izquierdas es que el entendimiento entre Sumar, el proyecto liderado por Yolanda Díaz, y Unidas Podemos, es mucho más difícil de lo que sería deseable. El clima entre las dos formaciones es tenso, cuando no bronco, y muchos medios de comunicación comparecen al festín felices de agitar el fantasma de la división y la desunión. Ninguna de las dos fuerzas da señales de querer sellar un acuerdo político antes de las municipales de mayo. La vicepresidenta mide mucho los tiempos y las palabras, cosa muy respetable pero a la vez inquietante, mientras prosigue su proceso de escucha y ultima su proyecto de país, y entretanto en UP se negocian pactos entre Podemos e IU territorio a territorio. En Madrid irán juntos, porque Más Madrid, que tiene las candidatas mejor situadas, no ha querido integrar a otras formaciones de izquierda, como ya hizo la última vez; y en otros sitios irán separados. Pero el ambiente entre Izquierda Unida y Podemos tampoco parece de amigable cooperación, y salvo excepciones como Valencia o Madrid, el riesgo de repetir el desastre de Andalucía es una posibilidad cierta.

Desde CTXT también observamos con preocupación este estado de cosas. Y no juzgamos quién se comporta mejor o peor, ni buscamos analizar quién tiene la culpa de esto o el mérito de aquello. Como es sabido, la revista ha integrado en su consejo editorial, desde su nacimiento en 2015, a simpatizantes y a militantes de todas las tendencias progresistas –desde el PSOE a los anticapitalistas–, y siempre ha defendido en sus editoriales que la unidad de las izquierdas y las coaliciones de gobierno con el PSOE, allá donde se pudiera o hiciera falta sumar, eran la mejor solución para el país en esta época final del bipartidismo. 

Tras la eclosión de la extrema derecha como tercera o cuarta fuerza, en el conjunto de España y en varias Comunidades Autónomas, y ante la creciente fractura de muchas sociedades occidentales en dos mitades ideológicas casi exactas –véase EE.UU., Brasil o Chile–, la fórmula de un frente amplio que acoja las diversas sensibilidades a la izquierda del PSOE resulta no ya sólo deseable, sino obligada. Muchas citas electorales se pueden dirimir por un puñado de votos o escaños, y parece evidente que quienes cometan fallos o imprudencias pagarán muy caros sus errores. La derecha está en modo trumpista, hipermovilizada y controla la mayoría de los medios. Para enfrentarse a un rival tan potente como ese, no se puede tirar un solo voto a la basura. Es preciso multiplicar voces, alianzas y espacios comunes, olvidar personalismos e hiperliderazgos, dejar a un lado las lógicas de partido y tratar de integrar fuerzas diversas para estimular la participación de la sociedad civil de una forma atractiva e inteligente. 

El momento histórico en España es especialmente importante. Tras cuatro años de gobierno de izquierdas y crispación conservadora, el riesgo de una victoria de la derecha y la extrema derecha es un hecho cierto, y no hay más que ver los ejemplos de Madrid, Murcia o Castilla y León para entender los peligros que esa alianza ultraliberal y echada al monte supondría para el Estado del Bienestar, para el equilibrio entre poderes y para los derechos y libertades de los más desfavorecidos y las minorías. El regreso al poder estatal de un PP dependiente de un partido abiertamente xenófobo, clasista, machista, homófobo y franquista significaría una involución insoportable. Así que no cabe espacio para que las izquierdas se entretengan en agravios y reproches, se recreen en estériles diatribas por el relato y lancen mensajes públicos que dejan adivinar el énesimo regreso al viejo axioma “cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. 

Esa imagen de caos, de diálogos de sordos, de desencuentro permanente da más gasolina a las derechas y a sus medios, y la suma de ambos factores genera bulos, rumores, derrotismo y un creciente desencanto. Sabemos que la desafección en España toca máximos históricos. Muchos trabajadoras y trabajadores, millones de jóvenes sin empleo ni futuro, las mujeres que pasan apuros económicos o sufren dependencia, las asociaciones cívicas o los colectivos LGBTQ esperan y necesitan con urgencia una señal clara de que la izquierda no se va a autodestruir, y confían en que sus líderes van a ser capaces de aparcar rencillas antiguas o recientes para priorizar la construcción de un espacio heterogéneo y plural, sin vetos, donde se respete al compañero que difiere apenas en un 5% de sus ideas, en aras del interés general.

Yolanda Díaz tiene razón en que esto no va de siglas. Pero tiene que ser consciente de que su proyecto no puede ni debe prescindir de nadie. Nuestro consejo editorial es la prueba de que es posible que todas las corrientes se respeten, dialoguen y lleguen a acuerdos: el objetivo no es que unos queden sometidos a los otros, sino que los editoriales de la revista reflejen todos los matices de esa pluralidad de miradas. Por eso, desde nuestra limitada influencia pero también desde nuestra radical independencia respecto a los partidos, el equipo editorial de CTXT invita a todas las izquierdas a cumplir el deber y la responsabilidad histórica de lanzar –preferiblemente antes de las municipales– un mensaje inequívoco de unidad y de ilusión compartida a los millones de electores que hoy se declaran dispuestos a apoyarles aunque observan cada vez con más temor lo que sucede o parece que sucede. 

Centremos el mensaje en los dos actores principales: Sumar debe hacer honor a su nombre e integrar a todas las fuerzas a la izquierda del PSOE, reconociendo además que no todas son iguales en cuanto a tamaño, recursos y apoyo social. Y Podemos tiene que dejar de lado cualquier actitud temerosa o agresiva y confiar en el proyecto que su candidata está configurando. 

El acuerdo es urgente, porque todo el tiempo que se pierda en alcanzarlo contribuirá a desmovilizar al electorado y a dar armas y argumentos a los adversarios. Y es imprescindible, porque si las izquierdas no consiguen una integración civilizada, perderán ellos y perderán sobre todo los ciudadanos progresistas y de izquierdas. Si la unidad se produce, en CTXT no dudaremos, como hemos hecho ya algunas veces en estos ocho años, en pedir de forma transparente y razonada el voto para ese frente común. Si no fuera así, la revista no podrá respaldar a ninguna fuerza concreta. Pero no nos resignamos a tener que escoger entre una de las facciones en liza, ni a asumir la derrota de la abstención ni la infinita tristeza del ¿voto útil? con la nariz tapada. 

Siéntense a negociar, por favor. 

CTXT  DdA, XIX/5.352

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