Félix Población
Después de un otoño
lluvioso, en contra de los pronósticos meteorológicos, el invierno entró este
año de la misma forma, con lluvias continuadas en los últimos días de diciembre
y primeros de enero, hasta que mediado este mes se anunciaron por fin las nieves
en el norte y centro de la península, que dejaron bien cubiertas las montañas
de Asturias y León, tal como ocurría con mayor regularidad, frecuencia y
abundancia en el pasado.
Yo formo ya parte de ese
pasado cada vez más lejano, cuando -advertido por los pronósticos del tiempo-
escuchaba por la radio o leía en los periódicos que nevaría en la cordillera
Cantábrica, con probabilidad de que también lo hiciera en la capital leonesa. Mi
kilométrico de familia de ferroviario me permitía viajar en tren gratis desde
Asturias, por lo que solo tenía que aprovisionarme del correspondiente
bocadillo para disfrutar de un día blanco, sin gasto alguno, y proseguir mi
actividad favorita: estudiar y admirar la catedral gótica más bella de
España.
Traigo por eso hasta aquí la imagen que ilustra estas líneas, correspondiente a la
primera nevada del año en curso en la ciudad de León, a la que su actual
alcalde con toda razón quiere hacer Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Para
ello impulsará su candidatura, que es de esperar cuente con el apoyo de los
gobiernos central y autonómico. En mi opinión tiene León tantos o más méritos
que cualquiera de las ciudades que ya lo son en nuestro país.
Bien es cierto que aquel
adolescente enamoriscado al que le salían gratis aquellas inolvidables jornadas
blancas de cielo azul tendría que abonar hoy su entrada para admirar y amar la
belleza la Pulchra Leonina, esa Lámpara de Piedra según Unamuno
que debería seguir siendo de libre acceso para la ciudadanía, al menos para que
cualquier otro adolescente de cualquier latitud pudiese tener las vivencias
estéticas y sensoriales que yo tuvo cada vez que encontraba encendidos por el
sol del mediodía los vitrales de la catedral y escuchaba, a veces al unísono,
los ensayos del organista.
No se le debería poner
precio a la belleza cuando forma parte del Patrimonio de la Humanidad, a menos
que hagamos de la humanidad un objeto de consumo. Me temo que en esto estamos
desde hace tiempo, para menoscabo de la belleza y la humanidad.
DdA, XIX/5.353
No hay comentarios:
Publicar un comentario