lunes, 23 de enero de 2023

GUSTAVO BUENO: DE FALANGE A LA ULTRAIZQUIERDA PARA VOLVER A LA EXTREMA DERECHA

David Tiera*

En las tres décadas que siguieron a su llegada a Asturias, en 1960, al filósofo riojano Gustavo Bueno le tomaron todos por comunista. Para empezar la policía de Franco –como podemos leer en los informes que ha rescatado Iván Álvarez–, pero también los propios comunistas: el PCE dos veces le ofreció el ingreso y dos veces lo rechazó Don Gustavo: quería ser independiente. Sus propios colegas, entre 1976 y 1992, le calificaban de “filósofo marxista” en todos los diccionarios que explicaban su obra. Así le percibíamos también los estudiantes de principios de los años 90: en 1995, yo mismo explicaba su posición sobre el proletariado a unos profesores de filosofía cubanos que venían a Oviedo con ansias de renovación doctrinal tras la caída de la URSS. Y él mismo nos daba pretextos: “El marxismo es el último horizonte de racionalidad”, le decía, por ejemplo, a Ramón Cotarelo en 1992.

Así que imagínense la cara que se nos quedó el 14 de abril 1998 cuando nos convoca a una conferencia en el Club de Prensa Asturiana para informarnos de que, en política, lo que nos tocaba ahora a los materialistas era recuperar el imperio católico español bajo el lema de “Por Dios hacia el Imperio”. La pregunta que nos hicimos todos era si aquello no sonaba demasiado a Falange para venir de un “filósofo marxista”. Pero nadie sabía qué contestar. Corría el rumor de que Bueno había sido falangista en la Salamanca de los 1950, pero por escrito sólo tuvimos el testimonio de Pedro Casado, difundido en 1999 a través del Estupidiario de los filósofos. En mi generación al menos, nadie le prestó mucha atención. Quizá porque la anécdota parecía mucho menos espectacular que las peripecias de muchos de sus coetáneos.

Entre 1952 y 1955, Bueno aparece en la prensa salmantina como comisario político provincial del Movimiento

A esas peripecias Gustavo Bueno Sánchez, su hijo mayor, les iba dando cobertura digital en un tono, a menudo sarcástico, en el Averiguador de su Proyecto Filosofía en Español. Si buscamos a Gustavo Bueno Martínez en ese mismo sitio, sigue apareciendo (en enero de 2022) prácticamente la misma biografía que aparecía en las solapas de sus libros: nada de política, cero comunismo, cero falange. Estas navidades me enteré de que se editaban los Escritos de juventud de Bueno, sin una sola nota sobre la vida del autor en aquellos años. Así que se me ocurrió teclear “Gustavo Bueno” en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura y Deporte. Resumen ejecutivo de lo que encontré: entre 1952 y 1955, Bueno aparece en la prensa salmantina como comisario político provincial del Movimiento. A continuación se lo explico, apoyándome también en otras fuentes públicas, a todas las cuales pueden acceder en los enlaces. Llevan en abierto unos cuantos años, pero supongo que a nadie se le había ocurrido mirarlo (o contarlo).

En el Hogar de cadetes y guías

En marzo de 1949, con 24 años, Gustavo Bueno gana la cátedra de Filosofía del Instituto Lucía de Medrano, en Salamanca. Cuando llega a la ciudad, “no conocía a nadie”. De inmediato es nombrado jefe de estudios y, en enero de 1951, director. Su nombramiento lo firma un catedrático de filosofía de la Universidad Complutense, donde acaba de doctorarse, el católico José María Sánchez de Muniain, director general de enseñanza media. En julio de 1951, el falangista Joaquín Ruíz-Giménez es nombrado ministro de educación y propone una reforma de la secundaria  que abrirá un encendido debate público hasta su aprobación, en febrero de 1953. Ruíz-Giménez y su equipo denunciaban el bajo nivel cultural de los bachilleres. Más allá del memorístico Examen de Estado, el control sobre los conocimientos de los estudiantes brilla por su ausencia, especialmente –decían– en la enseñanza privada. La Iglesia católica reacciona inmediatamente ante la pretensión de entrometerse en sus colegios. Bueno va con Ruiz-Giménez. El 6 de octubre de 1951, declaraba a la prensa salmantina: “Los institutos tienen puesta su esperanza en el nuevo ministro”.

Lo que, a mis ojos de profano, resultaba inexplicable es que semejante reforma desatara una bronca que se prolongaría durante meses, con duelos editoriales entre ABC y Arriba, multiplicados en las principales revistas culturales de la época. En juego estaba algo más: en qué proyecto político debía formarse la juventud española. Como explica el historiador Ruiz Carnicer, a principios de los años 1950 se incorporaba a la vida pública una nueva generación de falangistas que no había participado en la Guerra Civil, desolados por la falta de formación política de los estudiantes y temerosos de que, tras la caída de Hitler, los monárquicos impulsasen una restauración que dejara pendiente para siempre su revolución. A principios de 1952, el Sindicato Español Universitario (SEU) crea sus Centros de Estudios Políticos, gestionados por una minoría intelectual con disciplina castrense que devolviese el fervor falangista a los licenciados. El Frente de Juventudes crea sus Seminarios de Formación con idéntico propósito para los más jóvenes.

Bueno se suma a la causa. El 26 de octubre de 1952 defiende en el “Hogar de cadetes y guías” (para chavales entre 14 y 20 años) que al Frente de Juventudes le corresponde la formación de la juventud española. El 4 de diciembre de ese mismo año, en el décimo aniversario de las Falanges juveniles de Franco, Bueno imparte la conferencia “Formación política de la juventud". A Bueno le presenta la prensa como director del Seminario de Formación del Frente de juventudes salmantino.

En enero de 1953 nos encontramos a Bueno como director del Centro de Estudios Políticos del SEU salmantino

El 28 de enero de 1953 nos encontramos a Bueno como director del Centro de Estudios Políticos del SEU salmantino, jurando su cargo como miembro de la Junta sindical del distrito universitario ante el jefe provincial del movimiento.

Toma de posesión de la Junta Sindical del Distrito Universitario de Salamanca. Foto publicada en 'El Adelanto', el 28 de enero de 1953. Aunque el diario no le identificaba, Bueno parece el tercero por la derecha, con traje claro.

Toma de posesión de la Junta Sindical del Distrito Universitario de Salamanca. Foto publicada en 'El Adelanto', el 28 de enero de 1953. Aunque el diario no le identificaba, Bueno parece el tercero por la derecha, con traje claro.

El 10 de febrero, también como director del Centro de Estudios Políticos, presenta las distintas posiciones en el debate sobre la reforma de la Enseñanza Media en un acto en el paraninfo presidido por Antonio Tovar, rector de la Universidad de Salamanca y consejero nacional del Movimiento. Tovar había sido, además, una de las voces más destacadas del debate. Como Bueno, Tovar estaba por el control de la enseñanza religiosa: “Los colegios privados se resisten, en grado mayor o menor, a toda inspección”, declaraba tres meses antes a Informaciones.

El gran proyecto de refundación del SEU pasaba por un multitudinario congreso estudiantil (“el paso definitivo hacia la unidad sindical de los universitarios”) que se celebraría en Madrid en abril de 1953, con discurso de clausura del propio Franco. Bueno aparece en la prensa como uno de los vicepresidentes del congreso regional preparatorio celebrado en Salamanca en marzo. El 5 de mayo encontramos una última mención a su actividad sindical, un seminario del Centro de Estudios Políticos que Bueno imparte sobre “El problema de España como Patria, Nación, Estado”. La prensa no nos dice en qué consistió el seminario, pero si Bueno obedecía la disciplina que se le presuponía a los dirigentes del SEU, cabe suponer que defendería la concepción imperial de la España católica que, por aquel entonces, promovía la Falange contra sus enemigos del grupo Arbor, partidarios de un catolicismo menendezpelayista.

En todo caso, la apuesta del SEU sale mal, pues al régimen de Franco no le interesaba ya demasiado la causa de los ortodoxos de Falange. En mayo de 1954 el SEU organizó una protesta ante la embajada británica en Madrid por la visita de Isabel II a Gibraltar. Aunque aparentemente bendecida por las autoridades, la manifestación fue reprimida por la policía, degenerando en una batalla campal que dejó en entredicho a los dirigentes del SEU ante el régimen y sus propios afiliados. Los falangistas más radicales comenzarían a desligarse del SEU, que acabaría de cavar su tumba en las protestas de 1956.

En julio de 1954, a los veintinueve años, Bueno se casa con Carmen Sánchez Revilla, también destacada activista del SEU desde los años 1940, y entre 1955 y 1958 nacen sus tres primeros hijos. Desde entonces, no vuelve a aparecer en la Hemeroteca hasta que en marzo de 1960 gana por unanimidad la cátedra de filosofía de la Universidad de Oviedo y comienza su etapa asturiana. ¿Qué ocurrió entre medias? No lo sé, pero no parece que Bueno se desvinculase de inmediato de la militancia falangista. El periodista Ignacio Francia nos ha explicado cómo desde el mismo SEU salmantino surgen por entonces iniciativas aperturistas, como las Conversaciones sobre cine español organizadas por Basilio Martín Patino. La Jefatura Provincial del Movimiento reacciona violentamente ante la fundada sospecha de infiltración comunista. El 9 de noviembre de 1955 celebra una reunión para condenar las Conversaciones, con el “camarada Gustavo Bueno Martínez” entre los asistentes. 

Acta de la reunión de Jefatura Provincial del Movimiento, 9 noviembre 1955. (c) Archivo Histórico Provincial de Salamanca [Imagen: Ignacio Francia]

Acta de la reunión de Jefatura Provincial del Movimiento, 9 noviembre 1955. (c) Archivo Histórico Provincial de Salamanca [Imagen: Ignacio Francia]

La revolución pendiente

De todo esto que les acabo de contar, hasta donde yo sé, Bueno no publicó nada nunca. No sabemos por qué, pero seguramente no fue porque se arrepintiese: no creía en el arrepentimiento. Cuando escribía sobre sus años en Salamanca, Bueno contaba anécdotas sobre cómo un ateo como él se las arreglaba para pasar desapercibido en aquel ambiente ultraclerical. Por ejemplo, tocar el armonio en misa para no participar en el culto. Me gustaría imaginar a Bueno haciendo algo parecido en el Hogar de cadetes y guías, pero me temo que allí era él quien oficiaba la ceremonia. En todo caso, mientras los historiadores no desciendan a los archivos, no podremos saber qué era lo que de verdad predicaba. Pero, se preguntarán ustedes, ¿por qué habría de importarnos? Bueno no fue, ni mucho menos, el único veinteañero falangista convertido al izquierdismo a los treinta. Baste recordar a Carlos París, Miguel Sánchez-Mazas o Manuel Sacristán. Pero Bueno fue, en cambio, el único que volvió visceralmente a sus orígenes cumplidos ya los 70. Ya saben, Por Dios hacia el Imperio. Y esto nos obliga a plantearnos al menos una pregunta: si la filosofía política del último Bueno es algo más que la racionalización de su falangismo juvenil.

Bueno no fue, ni mucho menos, el único veinteañero falangista convertido al izquierdismo a los treinta

Cuando Bueno explica la génesis de su filosofía de la religión nos recuerda su ateísmo juvenil y su encuentro con un perro numinoso por los caminos de Llanes. En el origen de sus preocupaciones políticas nos encontramos, en cambio, a los nazis. En 1995, Bueno le contaba a Julia Otero que la derrota del III Reich “le había despertado de su sueño idealista”. Nieto de carlista e hijo de germanófilo –según sus propias declaraciones–, Bueno tenía entonces veinte años y debía estar en Madrid, a punto de comenzar su Tesis doctoral (sobre filosofía de la religión) bajo la dirección del catedrático Santiago Montero Díaz. Inclasificable como su discípulo, Montero Díaz era un ideólogo falangista del imperio español. Demasiado nazi para el propio régimen, que ya adivina la derrota alemana, y le confina en Almagro hasta junio de 1945 para evitar que siga diciendo inconveniencias. Parece que a Montero le costó más que a Bueno despertar de su sueño idealista: “Vencida o victoriosa, Alemania tiene razón en esta contienda” le escribía a la embajada alemana en su carta de condolencia tras el suicidio de Hitler.

Se diría que Bueno fue simplemente cambiando de imperio: al Reich de los mil años le sucedió la España imperial en los 1950, que sustituyó por la Unión Soviética en algún punto de los 1960. De no ser por la Iglesia católica, Jesús habría sido un revolucionario fracasado, decía Bueno, y sin la URSS, Marx habría sido otro. Pero si el materialismo político va de apostar por el imperio ganador, cuando cayó la URSS en 1991, ¿por qué no aceptó Bueno el triunfo de la democracia liberal estadounidense, de una vez por todas? ¿Y qué pasó con el marxismo? Me temo que, pese a sus treinta años de materialismo, a Bueno le seguían pesando demasiado sus ideas de juventud, y no era sólo el imperio. Atención al programa político que nos proponía a los españoles “para el próximo milenio” en 1995: además de la unidad de España (fin de las autonomías), autarquía energética, servicio social obligatorio para jóvenes, desempleados y jubilados, pena de muerte.

Casi treinta años después, no es demasiado obvio que fuera eso lo que necesitábamos. Pero a Bueno parece que sí le hacía falta defenderlo. A los 75 años pudo elegir entre completar su gran obra filosófica, los quince volúmenes de la Teoría del cierre categorial (se quedó en cinco), o dedicarse a la agitación política. Eligió lo segundo [se acercó al partido de extrema derecha Vox y a la Fundación Denaes, de la que fue patrono]. Tras su muerte en 2016, queda para los historiadores aclarar cuál era la revolución que Bueno tenía pendiente. 

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David Teira es catedrático de filosofía en la UNED

     CTXT  DdA, XIX/5.356     

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