miércoles, 11 de enero de 2023

EL CRÍTICO Y EL DETRACTOR

El crítico despacha la tarea, tasa quizá en negativo, cobra sus honorarios y se va. El detractor está dispuesto a practicar la ojeriza gratis, disfrazándose, si la ocasión lo requiere, de crítico con derecho o no a emolumentos.

Fernando Aramburu

¿Existió alguna vez un espécimen humano exento de detractores a pesar de haber tenido la fortuna o la desgracia de sobresalir por sus méritos? Sigue sin publicarse la biografía de un individuo celebrado de forma unánime en su tiempo y después. Ni los más grandes (Cervantes, Mozart, Caravaggio) se libraron de recibir vituperios. No confundamos al detractor con el crítico. El crítico despacha la tarea, tasa quizá en negativo, cobra sus honorarios y se va. El detractor está dispuesto a practicar la ojeriza gratis, disfrazándose, si la ocasión lo requiere, de crítico con derecho o no a emolumentos; pero lo característico de él es que no se va, sino que hace guardia permanente en acecho de su aborrecido, trasladando su hostilidad incluso al plano privado.

De lo dicho podría colegirse que el detractor sólo causa menoscabo. Craso yerro. Con frecuencia el detractor, mal que le pese, realiza una tarea difusora de primer orden. Su empeño difamatorio obra muchas veces un efecto favorable para su detestado, atrayendo hacia él el interés, cuando no (por reacción) la simpatía del público. Dicho efecto se produce igualmente en los casos en que el juicio adverso antecede a la culminación de la obra juzgada. Y siempre procurará el detractor formar tropa de adeptos a su vera. Las redes sociales son ideales a tal fin.

El presunto damnificado, si aspira a dormir tranquilo, deberá abstenerse de replicar. Lo contrario solo lleva al engorde del detractor, ansioso de nutrirse del infortunio y destrucción ajenos, sin noticia de lo cual nunca sabrá si hubo o no banquete. No pocos detractores cumplen sin querer una misión de la que renegarían apenas conocieran los momentos de dicha que procura a sus piezas de caza. Y es que, si no logran torcer la suerte de estas, les guste o no contribuirán a que sus éxitos adquieran la gozosa categoría de triunfos.

El País  DdA, XIX/5.348

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