El pensamiento que alguna vez me acompañó mientras observaba los sepulcros labrados de los llamados príncipes de la iglesia católica, cuando visitaba iglesias y catedrales en mis tiempos de viajero por el extraordinario patrimonio arquitectónico de nuestro país, encuentra en estos versos del poeta Francisco Ávarez Velasco su más atinada, sobria y honda interpretación. Ha sido un auténtico placer emocional y estético leerlos en voz alta y prever que, en la primera ocasión que este Lazarillo tenga de visitar un templo en donde haya alguna representación de ese arte funerario, tendré la oportunidad de recitarlos a quienes me acompañen. Cada vez más soledad se derrama sobre el entorno de una institución religiosa en la que muchos de sus príncipes siguen yaciendo en un tiempo muerto.
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