jueves, 15 de diciembre de 2022

LA POLÍTICA DE LANZALLAMAS DE LA DERECHA ESPAÑOLA



Alán Barroso

Se abre el telón y aparece el líder de la oposición exclamando: “¡Elecciones ya!”. Se cierra el telón y no pasa absolutamente nada porque la realidad es demasiado terca y obstinada como para plegarse a la voluntad del pirómano de turno que lidere el PP en cada momento, sea Casado, Ayuso o Feijóo. 

Al primero se le ocurrió llamar “felón” e “ilegítimo” al presidente del Gobierno y no le fue demasiado bien. Seguramente ahora tenga suficiente tiempo libre como para reflexionar sobre su nefasto papel en la oposición. A la segunda recientemente le ha dado por decir que vivimos en una dictadura y en una situación “mucho más grave que Perú”. Todo sea por no hablar sobre la dramática situación de la sanidad madrileña y de sus residencias de mayores. Y el último, escaso de ideas y rehén de los otros dos, se ha vuelto a abonar al argumentario legitimista del primero reclamando “¡Elecciones ya!” cuando todavía quedan doce meses hasta la celebración de los próximos comicios generales.

Decía que la realidad es demasiado terca para plegarse a los deseos de Feijóo porque este Gobierno, guste más o guste menos, lleva tres presupuestos generales aprobados de manera consecutiva, goza de una amplia mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados y es constantemente puesto como ejemplo por la Unión Europea (de nuevo hace escasos días en Alicante por la presidenta de la Comisión Europea). ¿Se puede criticar al Gobierno? Por supuesto que sí. Es más, diría que se debe. Pero sobre todo debe hacerse sin independizarse de una realidad que, por mucho que se la deforme y exagere, sigue siendo tozuda y nos recuerda una cosa: el Gobierno no está en un escenario de debilidad como para tener que adelantar las elecciones generales. Que el mensaje de la oposición sea ese solo demuestra una cosa, que tienen muy pocas ideas.

Por descontado, los dos últimos meses de 2022 no han sido fáciles para el Gobierno. La reforma de los delitos asociados al independentismo, la polémica en torno a la aplicación de la ley del solo sí es sí y el ruido de sables que sobrevuela la reconfiguración del espacio de Unidas Podemos lo ha enturbiado todo. Sin embargo, la oposición, lejos de hacer una crítica sensata a los errores del Gobierno, se lanzó rápidamente a llenar los titulares de alarmismo diciendo que todos los violadores salen a la calle, de insultos machistas a una ministra no por lo que hace en su ministerio sino por con quién se acuesta por las noches y de comparaciones hiperventiladas que sitúan a España al nivel de una dictadura del siglo XX. La necesaria política útil arrasada por la destructiva política de lanzallamas a la que tan alegremente se ha abonado la derecha española durante los últimos años.

Una posición que, lejos de ser dura y contundente como a ellos seguramente les gusta pensar, revela las escasas ideas que tienen para España. Feijóo asumió los mandos del PP diciendo que iba a centrar su discurso en la economía, pero rápidamente enmudeció. Su medida estrella, que eran bajadas masivas de impuestos para ricos, fracasó con la dimisión de su admirada Liz Truss en el Reino Unido, las críticas por la reforma laboral han tenido que amainar tras haber logrado un récord de ocupación que no se veía desde antes del Gobierno de Rajoy y sus reproches por la inflación han caído en saco roto ya que España es el país con la inflación más baja de la zona euro. Feijóo ha llegado a fin de año agotado, sin poder hablar de economía, teniendo que plegarse a los titulares de los medios conservadores que le marcan el paso y obedeciendo las directrices de una Díaz Ayuso de la que no se acaba de emancipar. En medio de tanto caos, sumado además a la moción de censura de Vox, su refugio es volver al valor seguro que Pablo Casado ya había ensayado tantas veces antes: quemarlo todo. El problema es que si cada semana dices que hay un golpe de Estado y que los días pares se atenta contra la democracia y los impares contra la unidad de España, al final nadie te cree. De gritar que viene el lobo pasas de valiente a cansino en un momento, la gente se acostumbra a tus gritos y al final llega un día en el que se te acaba la gasolina, la sobreactuación empieza a cansar y pierdes toda credibilidad. Ese día cada vez está más cerca. El que al fuego se arrima, se quema o se cocina.

INFOLIBRE  DdA, XVIII/5.328

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