Félix Población
Creo que debo escribir lo que sigue porque me siento a gusto con mi renuncia a presenciar por televisión en abierto el partido de fútbol que jugaron ayer Alemania y España en la primera fase de esta edición insolitamente otoñal del Mundial de Catar.
Es lo que me propuse desde que se supo que esta competición se celebraría en un país donde, además de no respetarse los derechos humanos, la construcción de los estadios habilitados para la disputa deportiva comportó la muerte de 6.500 trabajadores migrantes, según el prestigioso diario británico The Guardian, habida cuenta la penosas condiciones laborales de explotación que soportaron.
He leído por ahí que cuando se celebró el Mundial en Argentina en 1978 no reparamos tanto en que por entonces la dictadura militar era responsable de los miles de desaparecidos que trajo consigo la represión política ejercida por aquel régimen, pero si aquello fue igualmente repudiable, sobre la convocatoria de Catar pesan, además de los derechos humanos vulnerados, los miles de muertes de seres humanos que hicieron posible los fastuosos estadios deportivos que cientos de millones de espectadores contemplan a distancia cada vez que sintonizan sus televisores para ver un encuentro de fútbol.
Allá cada cual con la cuota de pago que, además, deberá abonar para disfrutar del espectáculo, salvo en el caso de que juegue la selección del propio país, como ocurrió ayer con la de España a través de la televisión pública. Les puedo asegurar que con una mínima concienciación, en cuanto al lugar en que se celebra este Mundial y al sucio y multimillonario negocio en que se ha convertido el fútbol masculino, no me costó nada privarme ayer de visionar en directo el prometedor partido entre Alemania y España.
Por eso quiero dejar constancia de ello y asegurar que mantendré mi postura hasta la final del torneo, juegue quien lo juegue y por muy brillante que sea el papel de la selección nacional. Estoy seguro de que me sentiré mejor conmigo mismo y, sobre todo, menos hipócrita que algunos.
EL ROTO
DdA, XVIII/5.315
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