Lionel S. Delgado
Mi abuela es una persona muy afable y
maja. Pero recuerdo que cuando encendía la tele y aparecía el antiguo Papa,
Ratzinger (Benedicto XVI), se ponía a hacer muecas de asco y me obligaba a
cambiar de canal. Era tremenda la aversión casi instintiva que sentía. Un amigo
me contó que a su abuela le pasaba con Zapatero. Ardía en rabia cuando aparecía
en la tele. Me acuerdo mucho de ese gesto estos días. Me hipnotiza la reacción
visceral que se genera frente a algunas figuras. Viene del estómago, no es
racional y frente a esa persona biliosa no cabe debate posible. Y ahora la
vemos dirigida hacia Irene Montero.
Estas semanas hemos visto una tormenta perfecta a nivel político. Sumemos el revuelo de la campaña del Ministerio contra la complicidad masculina en la violencia de género, la queja indignada de quienes ahí aparece, las fuertes escalada de violencia política generada por Vox contra Irene Montero, la herida abierta del debate por la Ley del Sólo Sí es Sí… Una tormenta que está siendo rentable para la ultraderecha española. ¿Cómo? Abordaremos un caso preocupante de capitalización del odio, resentimiento masculino y auge cultural de la ultraderecha.
Desde hace unos años, ya van siendo varias las autoras que señalan con
preocupación la polarización política que está habiendo en España. Sin embargo,
lo que era antes una polarización ideológica (basada en razones) y partidista,
recientemente se está convirtiendo en una polarización afectiva (basada en
emociones). La institución ESADE sacó en 2020 y 2021 unas interesantes investigaciones
apuntando en esa línea. En su libro Fake News, trolls y otros encantos (Siglo
XXI Editores, 2020), Ernesto Calvo y Natalia Aruguete definen la polarización
afectiva como «la distancia en gusto, odio, asco o alegría que declaran los
votantes de distintos partidos al observar un mensaje político».
No hablamos de una simple divergencia de opiniones políticas (algo que
podría entenderse como deseable en una sociedad democrática), sino en el
fortalecimiento de definiciones políticas de amigo/enemigo, la animadversión
hacia los que no son de nuestro colectivo y la ruptura de puentes de
comunicación. Esta polarización, en la peor de las versiones, es la que hace
que con sólo escuchar un nombre se hagan muecas, vengan frases hechas, chistes
o insultos a la cabeza. Alimenta la desaparición de la empatía, la incapacidad
de generar debates constructivos y aumenta la violencia política.
Este efecto, sin embargo, no es algo que surge de la nada. Es producto de
una serie de minicampañas mediáticas, de movimientos de tablero político,
mediático y cultural en diversos ámbitos. No quiero decir con esto que exista
un complot organizado contra Irene Montero, pero sí que están habiendo fuerzas
conservadoras y antifeministas, que están tirando hacia el mismo sitio
reforzándose entre ellos y generando una situación rentable. ¿Cómo se ha
construido el odio visceral hacia Irene Montero? Vayamos por partes.
La esfera digital
antifeminista
Por un lado, encontramos la llamada Manosfera, una amalgama informe de
canales de YouTube, de cuentas de Twitter, de foros (Forocoches, Hispachan…),
de ideólogos masculinistas (Un Tío Blanco Hetero, Roma Gallardo, etc.), de
memes, directos de videojuegos (El Xokas, entre otros), etc. Son espacios
caracterizados por una presencia casi exclusivamente masculina, donde se habla,
se debate, se comparten experiencias y consejos… y también se retroalimentan
los discursos antifeministas.
La Manosfera es famosa por haber organizado campañas digitales contra
feministas (Alicia Murillo, Juana Rivas, Irantzu Varela…), por llamar al boicot
de las políticas de igualdad, y sobre todo, de capitalizar el malestar
masculino y dirigirlo hacia las feministas (en vez de identificar la raíz de
ese malestar en el mismo sistema de género que afecta a todes). Si queréis
profundizar en la Manosfera digital española, hace poco Elisa García-Mingo y su
equipo de la UCM sacó una potente investigación desde la FAD.
Esta Manosfera lleva tiempo cultivando un odio visceral al feminismo. Se
basan en una sensación de ofensa profunda, y se construye en torno a chistes
ofensivos, bulos, desprecios personales y memes antifeministas. Pero esta
semana la Manosfera está bastante revuelta.
Por un lado, están encantados con el revuelo alrededor de la ley del Sólo
Sí es Sí. Momento perfecto para meter el dedo en la llaga y fracturar la
opinión pública a base de bulos. Por otro lado, están bastante indignados
porque en el video “¿Entonces quién?”, la campaña del Ministerio de Igualdad,
se les ha señalado directamente. En concreto, se hace referencia al Xokas y el
infame momento donde habla de las estrategias de sus colegas para ligar. Éste
youtuber no tardó en publicar un video donde señala a Irene
Montero con violencia y se escandaliza porque le señalan a él “en vez de
preocuparse por los violadores que se escapan de la cárcel por la culpa de
Montero. En realidad, el Xokas hace exactamente lo que dice el anuncio del
Ministerio: “¿Quién? ¿Yo? Yo no fui”. Lo preocupante es que esa emisión de
Twitch contó con medio millón de reproducciones en un día, más las doscientas
mil de su canal de YouTube, además de miles (MILES) de comentarios mostrándole
su apoyo…
Desde la Manosfera se hace siempre referencia a lo mismo: los hombres
sufrimos injustamente la acusación y señalamiento, el feminismo está
desquiciado, corremos el riesgo de que nos metan en la cárcel por cualquier
cosa, Irene Montero da vergüenza y no está preparada para el Gobierno. El
machaque constante sobre la hipocresía de las feministas, la maldad o los
dobles raseros es una importante viga de esa polarización afectiva de la que
hablábamos. En el vídeo del Xokas se ve claramente: no hay argumentaciones
políticas, sólo ataques directos a la persona de Irene Montero, con el objetivo
de desprestigiarla y convertirla en la efigie a destruir del feminismo español.
Y no sería tan preocupante si no tuvieran cada vez más y más simpatizantes. Las
cuentas de esta gente reúnen millones de seguidores.
Y por si fuera poco, la Manosfera no sólo bebe de videos de YouTube y
Twitch. En las cuentas de memes con decenas de miles de interacciones vemos
constantemente cómo se comparten titulares de noticias y trozos de artículos.
La Manosfera no tendría tanta fuerza sin una serie de noticiarios, espacios
televisivos y de radio que alimentan el fuego, buscan clics rápidos y aumentar
el flujo de visitas.
El periodismo del odio
Michael Kimmel en su libro Hombres blancos cabreados (Barlin
Libros, 2019), llama a este aparato mediático medios de comunicación de la
rabia y funcionan estimulando la bilis, la indignación y alimentando esa
cultura jocosa, políticamente incorrecta que se ríe del feminismo, que insulta
a los movimientos y se indigna por las políticas de igualdad. Casos paradigmáticos
pueden ser personas como Jimenez Losantos o medios como La Cope u OKDiario. Hay
muchísimos más y se encargan de difundir fake news, bulos políticos, noticias
tendenciosas, alimentan el odio con medias verdades o frases fuera de contexto.
Estos medios son responsables de haber alimentado el tsunami mediático en torno
a la problemática de la Ley del Sólo sí es sí, difundiendo medias verdades pero
nunca una mención a cómo las reducciones de pena se deben a una
responsabilidad de los jueces más que de la ley.
Esta semana, sin embargo, la atención se nos va a otro tipo de programa: El
Hormiguero, famoso por blanquear a la ultraderecha y por escenas
machistas. Pablo Motos también ha protagonizado un importante momento de
señalamiento contra Irene Montero también a raíz del Anuncio del Ministerio
porque se le señala también directamente, como al Xokas. En su programa, Pablo
Motos vuelve a reproducir la frase clave del anuncio que critica: “¿Quién? ¿Yo?
Yo no fui” (parece que la campaña del ministerio la clavó al señalar un
comportamiento recurrente) justificándose.
En vez de entender que el señalamiento a su programa se debe a su papel
como difusor de humor antifeminista y por alimentar la cultura de la
cosificación, usa una estrategia típica que usamos los pavos cuando se nos
señala algo: en vez de ver el señalamiento en su contexto y en general, va al
caso exacto y muestra cómo ese caso, por sí solo, no tiene importancia. El
machismo humorístico funciona a cuentagotas, no a grandes golpes, analizar cada
caso por separado es inútil porque no hay tanto peso en cada pequeño chiste
como para escandalizarnos. Además, el caso de Elsa Pataky es especialmente
“justificable” (el vídeo explicándose de Pablo Motos es incluso comprensible),
pero me gustaría ver cómo defiende los casos que recopila la gente de
Unonueveocho en este genial video de momentos estelares del
presentador.
La ultraderecha que
sonríe en el incendio
Con todo esto, la extrema derecha se frota las manos. Se alimenta de la
polarización afectiva que está habiendo y le saca partido. En realidad, su
estrategia es inteligente: están yendo a por el vagón más débil. Si aumentan la
polarización afectiva del tablero y consiguen alejar a la gente de Irene
Montero, de las políticas feministas y de lo que ahora sería la parte más
expuesta del Gobierno, posiblemente seguirá ocupando el centro mediático y
desplazando el centro político hacia la derecha. En este artículo muy interesante de Tatiana Fernández en
Aldescubierto.org, la socióloga habla de cómo la polarización social siempre ha
beneficiado a Vox, sobre cómo ha conseguido dominar las redes sociales desde el
2020, sobre cómo ha conseguido marcar el ritmo de las noticias, de los marcos
de debate y de las emociones que circulan en la política estatal.
Mientras, a mí personalmente me resulta indignante ver cómo en una quema
popular como la que está intentando hacer Vox con Montero, las feministas
históricas no se pronuncian. Incluso vemos a portavoces del feminismo del PSOE
desfilar con pancartas de Irene Montero Dimisión, alimentando el juego de
polarización y debilitando el suelo por el que caminan. Y en este incendio, es
la ultraderecha la que sonríe al ver la polarización que le alimenta cada vez
más fuerte.
En resumen, tenemos un tablero nefasto para posturas progresistas: la
Manosfera antifeminista está cada vez más más organizada y rabiosa. Los medios
masivos se desvinculan del feminismo. La ultraderecha aprende a azuzar el
avispero y marca el ritmo mediático. Y como consecuencia, el centro político
que se desplaza cada vez más a la derecha y pone en duda cualquier logro
feminista. La historia nunca es lineal. Nada impide que lo que creíamos
hegemónico ayer (los logros feministas) entre en disputa y corra el riesgo de
desaparecer, ni que vuelvan viejos fantasmas que pensábamos muertos. El
antifeminismo ha entrado en su adultez política, ha aprendido a marcar el
debate y no hay buenos pronósticos.
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