lunes, 7 de noviembre de 2022

¿ES POSIBLE ESCRIBIR OTRA HISTORIA?


Pablo Elorduy

Suenan los ecos de una nueva conferencia sobre el cambio climático, comienza la cuenta atrás hacia una nueva llamada de alerta. Esta semana, el servicio europeo de metereología añadía unos pocos hechos históricos a la perspectiva del futuro. Desde 1991 hasta 2021, cada década se ha incrementado 0,5 grados la temperatura del continente. Si el ritmo no para (no para, no) los fenómenos atmosféricos extremos —y las sequías— serán cada vez más frecuentes. La Cop27 se celebra a partir del domingo en una especie de resort, alejado del epicentro de la represión orquestada por Abdelfatah El-Sisi, uno de los autócratas avalados por el consenso democrático euroatlántico. Antes de que comience la cumbre ya deben estar dibujadas todas las caricaturas sobre líderes políticos que discuten en un oasis mientras el mundo arde a su alrededor.

El tiempo que encarnamos es el de la crisis climática. Eso será lo que quede en los libros, el acontecimiento fundacional al estilo de la colonización americana, la revolución industrial y las guerras del siglo XX. Realmente no hay que inventar nada, preocuparse por otro legado o elucubrar sobre qué genios, hechos o tecnologías serán recordadas en el futuro. Este rincón de la historia y del siglo ya tiene su tema y debería tener su propósito: la mitigación de los efectos del calentamiento global; la sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables; la transformación hacia un modelo económico radicalmente diferente. Realmente está todo por inventar. La mejor noticia es que ya sabemos qué parte nos ha quedado reservada, queda intentar escribirla al revés de cómo está siendo escrita. 

II.

En la madrugada del miércoles al jueves, un día después de la noche de los muertos, se saca a un asesino de su tumba. Es Gonzalo Queipo de Llano “el psicópata del sur”, en expresión de Paul Preston, quien le dedica un capítulo en Arquitectos del terror (Debate, 2021). La política de los muertos es un motor de la de los vivos, pero la desmemoria, y la tierra, y los gusanos, anulan los matices entre unos muertos y otros. Queipo de Llano parece simplemente un asesino más. No lo es.

El olvido de su “bárbaro deleite” en la difusión del terror sexual llevado a cabo por las tropas golpistas, el uso de la violación como arma de guerra por parte del bando franquista, que él alentó y —según las denuncias que recoge Preston— aplicó, y el robo a manos llenas que promovió, dejan un rastro en nuestras vidas hoy. Un rastro que solo se borra conociendo la otra historia, la que no equipara entre víctimas y verdugos, esa que detalla exactamente cuál fue la responsabilidad de Queipo. 

III.

Decepción y desconcierto con Felipe González, escribe el ministro de Interior Jorge Fernández Díaz, hijo de Eduardo Fernández Ortega, otro insigne represor durante el franquismo. El expresidente socialista participó, el sábado pasado, en el acto por los 40 años de su victoria; un acto, a nadie se le escapa, destinado a homenajear en primer lugar a Pedro Sánchez. Todos queremos ser parte de algo. Sánchez no quiere renunciar al caudal que aun aporta el recuerdo del PSOE de la chaqueta de pana y los coches oficiales de los 80.

González decepciona y desconcierta a los defensores de un régimen (un proyecto de país) del que fue fundador. La Ley de Memoria publicada el 20 de octubre en el Boletín Oficial del Estado —la que ha permitido sacar a Queipo de Llano de la Macarena de Sevilla— incluye una disposición adicional, pactada por el PSOE con EH Bildu, que examinará los “supuestos de vulneración de derechos humanos a personas por su lucha por la consolidación de la democracia, los derechos fundamentales y los valores democráticos” hasta 1983. Es decir, hasta un año después de la primera victoria socialista en las urnas.

La decepción de Fernández Díaz no es tan importante como su desconcierto. El Partido de la Derecha contaba con marginar para siempre los relatos y las vidas que nunca encajaron en la versión oficial. Al relato de la guerra entre hermanos asociado a la Guerra Civil y la expiación-penitencia que supuso el franquismo para ese relato oficial, le ha seguido la transición como mito fundacional del gran carril del centro político, ese que deja en el margen cualquier otra posibilidad, que anula los extremos y los otros posibles desarrollos que se perdieron. Pero las pequeñas oscilaciones en el Congreso de hoy también son capaces de mover el cuadro del ayer. No se entiende que Fernández no lo entienda: EH Bildu, los comunistas y los independentistas también forman parte de la España democrática. Esa, y no solo la exhumación, es también la derrota de los psicópatas.

IV.

Hay días, algunos días, en los que el periodismo se luce. El 1 de noviembre es uno de ellos. Dentro de su serie Africa Eye, BBC publica un documental extraordinario llamado Death on the Border sobre los hechos del 24 de junio en Melilla. Una investigación que ha situado a Fernando Grande Marlaska a medio paso del renuncio. A partir de esta investigación, la masacre de Melilla seguirá vigente. No se sancionará la mentira como la verdad oficial. El periodismo, esta vez, ha mantenido vivo el recuerdo de los fallecidos —oficialmente, 23, pueden ser hasta 70— durante aquella operación entre Nador y Melilla. El reportaje nos permite pensar todavía en otro final, uno que haga justicia a las víctimas del curso natural de la historia.

EL SALTO  DdA, XVIII/5.302

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