jueves, 6 de octubre de 2022

MONAGOS EN ACCIÓN, UNA VIÑETA MÁS DE LA HISTORIA SAGRADA



Alfredo J Ramos

 MONAGOS EN ACCIÓN

Ah, ya casi nadie lo recuerda, pero en aquel tiempo nos peleábamos por ser el monaguillo (acólito en puridad) encargado de tocar la campanilla con los tres golpes secos que anunciaban el momento cimero de la elevación, y el repiqueteo desparramado del final de la consagración y, acaso más todavía, el que tras el itemissaest —como en el poema de Rubén Darío— manejara con tino y soltura el apagavelas cuidando de poner sobre cada uno de los pabilos —excepto el del cirio pascual en el tiempo correspondiente— la caperuza metálica que suponía el cierre de la ceremonia principal, sin duda el rito por antonomasia, antes de que empezaran los días de la diáspora, la travesía del desierto y del descubrimiento del verdadero secreto oculto tras el misterio más grande jamás revelado. El vinillo dulce de consagrar, catado de extranjis, y los recortes del pan de ángel, que a veces se pegaban al paladar de modo contumaz, eran otras dádivas anejas a la función acólita, y la mayor o menor capacidad de acopio y distribución del uno y los otros también marcaban un orden jerárquico de peso considerable y con repercusiones que excedían con mucho —o por mucho— los puros límites de la cuestión litúrgica. Así se dibujaba por aquel entonces una viñeta más de la Historia Sagrada.

DdA, XVIII/5.281

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