Félix
Población
Podría darse el caso, pasado algún tiempo, de que las corridas de toros
en España llegaran a su fin, no porque se dejase de sufragar públicamente la
tortura y muerte de un animal en un coso, sino porque las generaciones más
jóvenes y las que vengan les den definitivamente la espalda, tal como viene
ocurriendo en los últimos años.
La fotografía reciente de uno de los más afamados toreros contemplando
casi vacío el graderío de la plaza de toros de Bilbao puede ser un indicio de
lo que más pronto que tarde ocurrirá en este país. Si llegase a pasar que la
tauromaquia se acabase por falta de público y no porque un gobierno sensible a
la realidad de un espectáculo cruel decidiera antes acabar con su respaldo
público, habrá quienes una vez finiquitada se pregunten en el porvenir por
lo inverosímil y bochornoso de su permanencia subvencionada durante tanto
tiempo.
Mucho me temo, en tal caso, que esa será una vergüenza más y no menor de
nuestra historia, como lo van siendo paulatinamente para la mayoría de la
población algunas de aquellas no pocas tradiciones mantenidas en nuestros pueblos
y ciudades que tuvieron y siguen teniendo como motivo fundamental de entretenimiento
popular el maltrato de los animales.
Bous al carrer, bous a la mar, toros embolados, ensogados o enmaromados: hasta
17.000 festejos se celebran cada año en España donde se da el maltrato animal, pese
a la legislación aprobada durante esta legislatura. Son datos facilitados
por la organización AnimaNaturalis este año. Ahí tenemos al gobierno autonómico
de Madrid, que ha llegado incluso a reintroducir la tortura del toro
ensogado, suprimida hace tres decenios.
Es muy de lamentar igualmente que la abstención del Partido Socialista hiciera
posible una propuesta del Partido Popular para que las corridas de toros se
vuelvan a emitir por RTVE, cuando lo que está pasando en los cosos taurinos es
esa mirada de un afamado toreador ante un tendido casi vacío en la plaza de
Bilbao. Recordemos que en sus orígenes el PSOE repudiaba la tauromaquia,
como la repudiaron históricamente todos aquellos movimientos emancipadoras
que aspiraron a modernizar cultural, social y políticamente este país.
A estas alturas del siglo, no se debería entender que la tortura y muerte
de un toro, celebrada como espectáculo público, llegue a su fin por falta de espectadores
y no porque un gobierno con dignidad y coherencia, del que forma parte el PSOE,
le ponga término. Es lo que pensarán las generaciones venideras cuando esos
espectáculos sean definitivamente parte de nuestro pasado.
Para terminar quiero recordar a Borges, por si la cita tiene algún eco en
el ejecutivo: “La tauromaquia es una de las formas vigentes de la barbarie. En cuanto
a la figura del torero, creo que es esencialmente un cobarde. Un hombre que con
todo un aparato racional de estrategias, entrenamientos, armas, estocadas
practicadas, clases y mucho estudio premeditado, se mide frente un animal
pasmado por la sorpresa, por la ansiedad; un animal que no tiene otro recurso
que los reflejos de su instinto primario. Bajo esa disparidad podemos medir el
valor de los toreros. La valentía verdadera no soporta desniveles tan abusivos.
Por eso para mí los toreros no son valientes, sino más bien bufones; los
bufones de la valentía”.
*Publicado en La última hora (LUH).
DdA, XVIII/5.257
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