miércoles, 28 de septiembre de 2022

ITALIA NOS ENSEÑA QUE LA PEOR DECISIÓN ES LA INDIFERENCIA



Valentín Martín

Aquí utilizamos a Cristo como medida de tiempo, no sé si más al Este el reloj lo marca Confucio. El otro día parlaba yo conmigo mismo sobre la linde que separa la juventud de la ladera definitiva. Antes la cosa parecía más clara. Se es viejo cuando los jóvenes te dejan su asiento en el Metro. Ahora, como todo adelanta más que las ciencias de La Verbena de la Paloma, los de 20 años entran como Dembelé en el Metro y te quitan el asiento al que ibas derechito al salir de quimioterapia.
Hay que asumir las culpas de unas actitudes chocantes, como no hay más remedio que aceptar los trienios en las comisuras de la boca. De nada sirve que algunas se atuenden de hijas para espantar a las madres. Es el turno de los jóvenes, y nos salvamos por ellos o nos vamos adonde dicen Labordeta y Fernán Gómez. La cuestión es si las generaciones con el futuro en las manos son Dembelé o hemos hecho lo posible por evitarlo. Que nadie se esconda a la hora de las responsabilidades.
Hace más de 2.500 años en Italia abolieron la monarquía, primer paso para que la política armonizase los recursos y las necesidades. La misma Italia donde ahora una hija de Mussolini puede hacer temblar los cimientos de Europa. Esa joven se quedó en el neofascismo de los años del plomo, y desde ahí ha alcanzado la locomotora del tren porque su país ha protagonizado la mayor abstención democrática de su historia. Italia nos acaba de enseñar que la peor decisión es la indiferencia.
El camino contrario está a nombre de Ángela Merkel, una joven formada en el comunismo alemán a petición propia y de su padre el cura de Hamburgo que buscó su formación política en el Este. La joven Merkel eligió luego el cambio de rumbo personal desde la política en una Alemania que ya conoce lo que es el abismo de vivir sin política.
La cuestión es saber dónde habita la causa del desencanto de los jóvenes. Tradicionalmente, han encontrado su interés y su formación en los partidos, el sindicalismo, las asociaciones vecinales, en los movimientos del extrarradio político donde su rebeldía estaba de acuerdo con la esperanza. Pero siempre en el territorio de las ideas.
No me preguntéis qué queda de eso. ¿ Se lo tragó un sistema que, lejos de armonizar, ha buscado su letargo para tener libres las manos? El totalitarismo ha buscado siempre la desinformación como terreno abonado para sus estropicios. Las perversiones políticas de las democracias mal entendidas, también. En todos los casos la maquinaria mediática ha exterminado cualquier posibilidad de escape.
Frente a esto, sólo cabe la política. Y no sé si hay interés en volver a ella.

DdA, XVIII/5.275

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