Félix
Población
Por las tierras leonesas del viejo reino, a veces las tormentas de
verano pasan sin dejar agua que empape los campos. Pero su amago suena en los
cielos y cobra inusitados contrastes de colores y luces en lo alto.
El punto de mira del fotógrafo ha dado con un foco de lumbre en el
horizonte, detrás de esas dos encinas que habrán sentido crecer su sed ante la
frustrada posibilidad de lluvia, después de un verano tórrido. A veces he
querido o soñado escuchar el sorbo de los árboles cuando cae la lluvia al cabo
de muchos días secos.
Si pudiésemos percibir el fresco latido de sus raíces al
beber el agua de los cielos, quizá tendríamos más sensibilidad para respetar el
sentido, la razón y la belleza de nuestros bosques, e indignarnos así,
con mucha más conciencia, por las 300.000 hectáreas que han ardido este verano.
¿Qué pasará el próximo, los próximos, con más días secos y
ardorosos, y posiblemente las misma falta de prevención que hasta la fecha?
¿Más de lo mismo? ¿Más de lo mismo hasta cuándo? ¿Está tan ocupado nuestro
Ejército como para no prestar labores de vigilancia en los bosques, según hizo este verano la Brigada Extremadura en esa comunidad autónoma con indudable
éxito?
Las dos encinas de la imagen, con su estampa solitaria bajo
un cielo de tormenta seca, imploran para sus hondas raíces nubes generosas
que se derramen en lluvia. Resulta imprescindible recurrir a don Antonio
Machado siempre que las encinas se asoman al paisaje y arden los bosques de
España:
¿Qué tienes tú, negra encina/ campesina, / con
tus ramas sin color/ en el campo sin verdor; / con tu tronco
ceniciento/ sin esbeltez ni altiveza, / con tu vigor sin
tormento,/ y tu humildad que es firmeza?/ En tu copa ancha y
redonda/ nada brilla,/ ni tu verdioscura fronda/ ni tu flor
verdiamarilla./ Nada es lindo ni arrogante/ en tu porte, ni
guerrero,/ nada fiero/ que aderece su talante.
DdA, XVIII/5.253
No hay comentarios:
Publicar un comentario