Félix Población
Durante su estancia en Oviedo
para asistir a las deliberaciones del Premio Princesa de Asturias de
Cooperación Internacional, el político y pensador francés de origen argelino
Sami Naïr dejó un recuerdo a los electores andaluces y a la ciudadanía en
general una semana y pico antes de las próximas elecciones autonómicas en
aquella comunidad.
Después de considerar que nunca
hemos estado, al margen de los periodos de guerra mundial, en una situación
geopolítica tan caótica, Naïr hizo hincapié en la regresión civilizatoria a la
que estamos asistiendo, comparable a la de los años treinta del siglo pasado.
El desastre ocasionado por la segunda Guerra Mundial no ha servido para que se
superase ese periodo, al que se vuelve otra vez, entiende.
Lo que se escucha en los
mítines de la extrema derecha, a juicio de este pensador, es dramático, y se
traduce en un momento histórico gravísimo en el que el odio se ha transformado
en un valor político para ciertos grupos. Literalmente, el pensador francés
piensa que Vox es un partido de guerra civil cultural, valoración que me parece
muy ajustada a la realidad, pues en cada uno de sus discursos incita al odio.
Frente a esos asomos de
barbarie que pueden ir a más, si encuentran acomodo, connivencia o tolerancia
en la derecha cuando acepta a Vox como socio de gobierno, no cebe otra que la
movilización, y no me parece que entre las generaciones más llamadas a ello
haya la suficiente conciencia para que se produzca.
En lugar de un conocimiento a
fondo de la historia contemporánea en nuestro país, estamos ante un desolador
panorama de su ignorancia por parte de la mayoría de los jóvenes y
adolescentes. Solo falta, como se viene apreciando desde la emergencia de Vox,
que la corrección de la historia practicada en la Unión Soviética durante el
periodo estalinista, tenga su versión en el terreno de los totalitarismos
fascistas, según escribe Ángel Fernández Millán en La reinvención de la memoria. Al blanqueamiento del pasado fascista
se han apuntado ya, en palabras de este autor, nostálgicos, periodistas,
historiadores y tertulianos.
También aquellos jóvenes a los
que se les ha secuestrado en sus centros de enseñanza el conocimiento de
nuestra memoria democrática, tal como se aprecia en encuestas e investigaciones
cada vez que se sondea lo que saben de nuestra historia más reciente. Su
escasez de formación en este sentido hace que ese sector de la población sea
más proclive a caer en la órbita de influencia de los nuevos fascismos, cuyos
disfraces acaba de analizar Baltasar Garzón en un excelente libro.
Según este autor, los
planteamientos del fascismo, dirigidos a las emociones, están sustentados en la
mentira y el engaño, y por ello será idóneo para destruir cualquier iniciativa
seria y responsable: “Son puros émulos de la democracia, excrecencias de un
sistema tolerante que, a veces, es demasiado pusílanime a la hora defenderse.
La defensa de la democracia no tiene por qué ser débil, sino todo lo
contrario”.
Podría empezar en las urnas
andaluces. Si no es así, esta débil democracia podría sufrir un muy grave
desfallecimiento.
*LÚH NOTICIAS DdA, XVIII/5193
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