domingo, 12 de junio de 2022

"UN PARTIDO DE GUERRA CIVIL CULTURAL"*

 


Félix Población

Durante su estancia en Oviedo para asistir a las deliberaciones del Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional, el político y pensador francés de origen argelino Sami Naïr dejó un recuerdo a los electores andaluces y a la ciudadanía en general una semana y pico antes de las próximas elecciones autonómicas en aquella comunidad.

Después de considerar que nunca hemos estado, al margen de los periodos de guerra mundial, en una situación geopolítica tan caótica, Naïr hizo hincapié en la regresión civilizatoria a la que estamos asistiendo, comparable a la de los años treinta del siglo pasado. El desastre ocasionado por la segunda Guerra Mundial no ha servido para que se superase ese periodo, al que se vuelve otra vez, entiende.

Lo que se escucha en los mítines de la extrema derecha, a juicio de este pensador, es dramático, y se traduce en un momento histórico gravísimo en el que el odio se ha transformado en un valor político para ciertos grupos. Literalmente, el pensador francés piensa que Vox es un partido de guerra civil cultural, valoración que me parece muy ajustada a la realidad, pues en cada uno de sus discursos incita al odio.

Frente a esos asomos de barbarie que pueden ir a más, si encuentran acomodo, connivencia o tolerancia en la derecha cuando acepta a Vox como socio de gobierno, no cebe otra que la movilización, y no me parece que entre las generaciones más llamadas a ello haya la suficiente conciencia para que se produzca.

En lugar de un conocimiento a fondo de la historia contemporánea en nuestro país, estamos ante un desolador panorama de su ignorancia por parte de la mayoría de los jóvenes y adolescentes. Solo falta, como se viene apreciando desde la emergencia de Vox, que la corrección de la historia practicada en la Unión Soviética durante el periodo estalinista, tenga su versión en el terreno de los totalitarismos fascistas, según escribe Ángel Fernández Millán en La reinvención de la memoria. Al blanqueamiento del pasado fascista se han apuntado ya, en palabras de este autor, nostálgicos, periodistas, historiadores y tertulianos.

También aquellos jóvenes a los que se les ha secuestrado en sus centros de enseñanza el conocimiento de nuestra memoria democrática, tal como se aprecia en encuestas e investigaciones cada vez que se sondea lo que saben de nuestra historia más reciente. Su escasez de formación en este sentido hace que ese sector de la población sea más proclive a caer en la órbita de influencia de los nuevos fascismos, cuyos disfraces acaba de analizar Baltasar Garzón en un excelente libro.

Según este autor, los planteamientos del fascismo, dirigidos a las emociones, están sustentados en la mentira y el engaño, y por ello será idóneo para destruir cualquier iniciativa seria y responsable: “Son puros émulos de la democracia, excrecencias de un sistema tolerante que, a veces, es demasiado pusílanime a la hora defenderse. La defensa de la democracia no tiene por qué ser débil, sino todo lo contrario”.

Podría empezar en las urnas andaluces. Si no es así, esta débil democracia podría sufrir un muy grave desfallecimiento.

*LÚH NOTICIAS DdA, XVIII/5193     



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