miércoles, 15 de junio de 2022

LA VIDA ES SOBRE TODO MERECERLA, LE DIJE A MI NIETO



Valentín Martín

Hoy a mi nieto le han gritado guapo. Bueno a él y a otros. Y a otras les han gritado guapa. Ha sido en la fiesta de graduación, apología de la enseñanza pública. Desde una grada lateral, las niñas y niños pequeños, con frecuencia hermanos y hermanas que también un día saldrán del colegio rumbo a quién sabe donde, iban lanzando esa palabra con toda su alma párvula. Guapo. Mi nieto es más que guapo, pero está bien escucharlo en la mirada de los otros, que yo estoy contaminado y lo mío no vale.

Para el hijo es la paz que estoy forjando, me dije yo también un día hace 40 años. En ese mismo colegio público entregué yo a mis hijos como hijos. Y declaré la guerra a los vencedores. Esta mañana, a la sombra de una vida que se asoma a la noche sin caminos, con el penúltimo gramo de caudales que me queda en el morral de aquel porquero niño que sólo existe en la memoria, he visto crecer definitivamente a un árbol.
La fiesta ha sido al aire libre de un patio que un día arrancó un concejal valiente a las garras del capitalismo. Ha pasado mucha agua bajo el puente, pero antes de que sea tarde recuerdo el nombre de Valentín Medel, el concejal que fue maestro de escuela y discípulo de Tierno Galván. Medel supo desde ese mismo instante en que ganó la partida al dinero madrileño, que había acabado su carrera política en un suburbio donde abundan las banderas en los balcones. Pero el patio sigue siendo de todos.
La fiesta ha estallado como el haz que ha ido engordando año a año la vida escolar de mi nieto: multicultural, multiracial, políglota, laica, diversa. Y alegre. La coreografía que dibujaba una galaxia de músicas y bailes ha estado a la altura del Thriler con buenaventuranzas y sin un sólo muerto. Los mensajes parecían palomas bramando de amor y lucidez. Todo ha estado en su sitio, como hace años cuando yo entregué allí a mis hijos como hijos. Con la diferencia de que los nietos de hoy no son los hijos de ayer. Tal vez por eso esta mañana los escolares que se han graduado han mandado aviso cantando sin miedo hasta en el lenguaje de signos. En sus manos va estar el futuro, si no lo asesinan antes los traficantes de sueños.
La charla del director y de la jefa de estudios ha sido exacta. Los dos han dicho a los graduados que mirasen a las gradas y se mirasen en el espejo de sus padres. Y a los hermanos chicos, los que gritaban guapo o guapa, que se preparasen porque les llegaba el relevo. No ha habido referencia alguna para los abuelos. Pero es que los abuelos no estamos en el guión porque no debemos estar. Los abuelos somos el apuntador bajo la concha del teatro. El escenario y las vaquitas son de otros.
Esta mañana he conocido a mi nieto en su cara de tecnicolor y seda. Porque he visto, ojos y carne, a todas sus novias que han acompañado curso a curso sus despertares distintos, aquellos nombres de niña que hasta ahora eran como de Amazón. Me han entrado muchas ganas de darles un beso y las gracias.
Mi nieto iba vestido de negro, rojo, y morados los tirantes. No sé si significa algo. Lo importante es que cuando un día me preguntó por la vida le dije que la vida era sobre todo merecerla. Hoy he visto que gracias a él la mía merece la pena.

DdA, XVIII/5195

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