lunes, 6 de junio de 2022

HEMOS DESERTADO, SIN QUERERLO NI SABERLO, DE LO COMÚN


Análisis muy interesante el que hace Vanesa Jiménez en CTXT hace unos días acerca del descenso en el número de lectores de los medios de comunicación, algo que quizá habrán observado incluso aquellos blogueros que disponen de una bitácora medianamente frecuentada. Del artículo de Vanesa Jiménez La gran dimisión de los lectores Confieso que en principio empecé a leerlo a partir de leer erróneamente el titular (La gran dimisión de los electores). Lo que más me ha interesado del texto son estos párrafos:

El inicio de la pandemia, en marzo de 2020, marcó un hito en los medidores de consumo de noticias. La covid obligó al confinamiento y la necesidad de información provocó picos de audiencia nunca antes vistos. Aquel mes CTXT multiplicó sus lectores por 2,5, y eso sin dar una noticia, dedicadas en exclusiva a analizar la pandemia, sus causas y sus efectos. Era esperable que a medida que llegara la nueva normalidad todas íbamos a apartarnos de las pantallas y acercarnos a lo que significa la vida. Y que con el paso de los meses las lecturas volverían a los niveles pre covid. Así empezó a ser a mediados de 2021. Las vacunas se generalizaron, comenzamos a capear las olas pandémicas con más alegría y entramos en una fase valle. Y llegó 2022, la invasión rusa a Ucrania, la guerra, y poco a poco un goteo constante de lectores que cada semana dejaban de leernos o nos leían menos. A nosotras y a otros muchos.

Los porqués de esta dimisión son muchos, y algunos obvios. Estamos hartas, cansadas de todo. Los últimos tiempos han sido, en el mejor de los casos, una vida a medio gas y ahora, ya libres del miedo a la enfermedad, nos hemos agarrado a un sucedáneo de los Locos Años 20 y llenamos las calles. Que le den a la inflación, al petróleo, a Putin y a quien haga falta. Nuestro cerebro necesita descanso, y nuestro cuerpo alegría y belleza. La política tampoco ayuda a la movilización. La ultraderecha puede entrar en el gobierno de la comunidad más poblada de España; la derecha y su nuevo líder flirtean con el trumpismo cañí de la presidenta de la Comunidad de Madrid; y la izquierda se empeña en alimentar las luchas fratricidas de siempre. ¿Qué nos queda? Desertar de la participación política. Y eso conlleva desertar también de los medios de comunicación. Al menos desde la izquierda.

Que estamos en un fin de ciclo parece evidente. Que estemos ante el fin del mundo anterior es una posibilidad. La pandemia nos ha roto a todas un poco, y también ha roto parte de lo que habíamos construido como un nosotros. Hemos perdido espacios que eran de todas. Hemos aprendido a auto cuidarnos y cuidar a los que tenemos cerca. Hemos pensado más que nunca en un yo para nosotros y para el círculo más próximo. Hemos empezado a conformarnos con que nosotras y los nuestros estén bien. Hemos desertado, sin quererlo y sin saberlo, de lo común. Y ahora somos más individuales. 

Los medios necesitamos lo común para ser y estar porque nuestra existencia solo sirve para el mundo de lo común, no para el de los individuos. Y si parte de la explicación al desapego actual con los medios es la pérdida del nosotros, el problema es mayúsculo. Porque podremos inventarnos mil y un formatos, o publicar las mejores historias. Dará igual. Lo importante, las luchas comunes, no serán posibles, ni para nosotros ni para el planeta. Solas no se puede. 

Por eso ahora nos toca reflexionar. Desde la autocrítica, pero también desde la premisa del cambio. Y tendremos que invertir parte de nuestro tiempo y esfuerzo en apuntalar lo común. Y no por nuestra supervivencia. Que un medio tenga que cerrar es siempre una mala noticia. Que las personas dejen de entendernos como territorios donde refugiarse de la mediocridad y la información basura para aprender, debatir y luchar por lo común es una tragedia. 

La primera fase de un tsunami es la de generación y se produce en el fondo marino. Que no la veamos no significa que la gran ola no esté ya creciendo. Los que limitan los derechos a un puñado de personas no desertan. Y menos ahora, que están ganando la batalla cultural. Descansemos un instante. Pero solo para tomar impulso. 

Si en este momento están hartas de los medios, dediquen un rato a escuchar las coplas del Carnaval de Cádiz. Es una lucha común. La de uno de los rincones más olvidados de España. Mi tierra. No ni ná.

CTXT  DdA, XVIII/5187

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