viernes, 24 de junio de 2022

DEL REY DEL JAMÓN AL PRÍNCIPE DE LAS BATEAS

Paco Faraldo

Cuando llegué a Mieres y bajé al mercado por primera vez para comprar naranjas, conocí a Conchita, la que habría de ser mi frutera de confianza durante los largos años años que allí viví.

- ¿Qué quieres, rey?

En Catalunya, de donde venía, nunca se habían dirigido a mí de ese modo. ¿Sería Conchita la única monárquica en aquella villa de rojos? La viveza de la frutera me animó a ampliar la compra y de las naranjas pasé a los tomates, y de los tomates a una espléndida coliflor. Conchita no se callaba, curiosa tal vez ante aquel cliente desconocido, y durante su charloteo me obsequió con varios apelativos -«vida» y «cariño» entre otros- que me permitieron entender que su modo de hablar no indicaba filiación monárquica ni que se hubiera enamorado de mí a primera vista, sino expresiones amables muy comunes en las cuencas mineras.

Recuerdo aquella anécdota porque siempre he observado que numerosos amigos de la cáscara amarga y rojos convictos llaman «»princesa» o «reina» a sus hijas, nietas o compañeras, estableciendo así una inquietante relación entre monarquía y afectos. Incluso, cuando se pasan con la ingestión etílica, son los primeros en entonar aquello del mejicano que repite sin parar lo de ¡«Peeeero sigo siendo el rey»! Con similar entusiasmo se tilda de «rey de» o «reina de» a quienes queremos singularizar en alguna actividad y vamos circulando por la vida rodeados de Reyes del Jamón, del Sprint, del Mambo, Reinas de la Belleza, del Jazz, de la Vendimia. Hasta una Princesa del Pueblo tenemos, y un futbolista dedicado a la cría del mejillón al que llaman Príncipe de las Bateas, que ya le vale. Late en muchos corazones republicanos una peligrosa nostalgia de las liturgias, ritos y mitos monárquicos.

De modo que contengámonos. Cuando llegue la III República el niño pequeño no podrá seguir siendo el Rey de la Casa. Vayamos entrenando y eliminemos, al menos en el ámbito familiar, ese cortejo impresentable de reinas, reyes, príncipes y princesas que ya están estorbando. Salud.

DdA, XVIII/5203

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