sábado, 14 de mayo de 2022

UN DÍA FESTIVO DE 1935 EN LA CALLE CORRIDA*


Félix Población

Los que aprendimos a andar y hablar por esas calles veinte años después, le tenemos especial querencia a las imágenes que nos dejaron cronistas fotográficos tan prolíficos e imprescindibles para ilustrar el pasado de los años treinta como Constantino Suárez. Tiempos en los que nuestras jovencísimas madres trabajaban muchas horas, después de haber estudiado muy pocos años, y se peinaban en los albores de sus noviazgos y sus paseos de enamoradas por esa misma calle Corrida una y otra vez, sobre todo en el tramo comprendido entre la calle Munuza y los Jardines de la Reina.

Ese es el que aparece en la imagen, habilitado ya entonces para las terrazas estivales de los bares y cafés. Llama la atención que la fotografía fuera tomada desde la trasera de un tranvía en circulación un día del verano anterior al de la guerra. Una de las copias es más clara y otra más oscura, pero ambas permiten tener un interesante acercamiento al escenario ambiental y tipológico de la calle más carismática de la villa en una fecha festiva, a juzgar por la nutrida concurrencia.

Siempre que reviso instantáneas como estas, previas al estallido del conflicto armado más sangriento de nuestra historia, pienso en la jovial actitud que muestra el personal que aparece en ellas. Lo conforma en este caso un público mayoritariamente varonil que toma el aperitivo y conversa animadamente. La mayoría de los presentes no se apercibe de la cámara del fotógrafo viajero, aunque alguno en primer término parece posar ex profeso para Suárez. Todos ignoran no solo que muchos años después formarán parte del álbum del ocio en su ciudad, sino que por primera vez en su historia, al año siguiente, esa ciudad va a ser bombardeada por mar y aire.

Sorprende en la fotografía el poco espacio que media entre las sillas de tijera de las terrazas, propias de la época, y los rieles del tranvía de la línea que iba de los vecinos Jardines de la Reina a la parroquia oriental de Somió. Los propietarios de los cafés aprovechaban así al máximo el poco espacio disponible entre la calzada y el paso de transeúntes por la acera. La única sombra disponible que apreciamos, con ser la jornada presumiblemente calurosa, es la de los árboles -posiblemente magnolios, como ahora-, aparte de la que ofrecen los toldos extendidos de los comercios. 

Entre el personal encontramos gente más o menos madura y algún joven que sonríe al fotógrafo al advertir el objetivo de su cámara. El paso del tiempo ha dejado sobre la imagen esa inconfundible pátina sepia que dota a sus personajes de un aura temporal casi nonagenaria. Quienes aparecen en la fotografía podrían ser nuestros abuelos y bisabuelos, aquellas generaciones que conocieron dos terribles guerras mundiales en Europa y una no menos atroz y presencial en su propio país. Sus mentalidades se hicieron, por lo tanto, en unos tiempos en que esos conflictos formaban parte de la vida cotidiana.

Conviene tenerlo en cuenta ahora que existen fundados riesgos de que el conflicto armado en Ucrania, con la invasión rusa, derive en una guerra de mayores y acaso fatales dimensiones que volvería a tener como escenario nuestro viejo continente. Es muy probable, por su actitud relajada y distendida, que pocos de entre los concurrentes en las terrazas de la calle Corrida ese día, posiblemente festivo de verano, pudiesen imaginar entonces que serían testigos o protagonista del más cruel episodio de nuestra historia, cuyas consecuencias darían lugar a una dictadura, iniciada con una menos cruel, triste y depauperada posguerra.


*MiGijón  DdA, XVIII/5167

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