Vicente
Bernaldo de Quirós
Periódicamente
un reclamo en los medios de comunicación plantea la vuelta a España del huido
Juan Carlos I apelando a su trayectoria como garante de la Transición y con el
propósito de que se olviden sus últimas fechorías, pero sin el objetivo de que
tampoco se investiguen las primeras ni el origen de su multimillonario
patrimonio económico.
Y no se
trata solo de artistas de medio pelo, de tertulianos con un abuelo que perdió
la vida, aunque ganó la guerra o de un cantamañanas play boy que pregunta a los
más reaccionarios de esta piel de toro si en tu casa o en la mía. Poco a poco
se suman a esta campaña por el regreso del hijo pródigo políticos de la derecha
extrema y d la extrema derecha del país, más algún socialista despistado,
posiblemente para que siga haciendo lo mismo que hacía, aunque pidió perdón y
prometió que no volvería a suceder.
Y eso
que al rey emérito se las están poniendo como se las ponían a su antecesor
Fernando VII, explicando no solo que es inviolable, sino que además regularizó
sus errores fiscales de manera voluntaria, aunque tampoco niegan que fuera
inducida, pero que le echamos de menos porque hizo tanto por la democracia en
España como los fabricantes de foie-gras por el bienestar de los animales.
Todos
esos cortesanos que proclaman su lealtad monárquica a uno de los muchos
ladrones de la dinastía borbónica no hacen más que poner palos en las ruedas de
la propia institución porque deberían preguntarle al hijo del susodicho y
monarca en vigor, si están de acuerdo con que su padre retorne del exilio
dorado en los Emiratos Árabes, porque me temo que el actual propietario del
trono les contestará con una pedorreta.
El
regreso de Juan Carlos I, que algunos fabulan en loor de multitud supone un
torpedo en la línea de flotación de la Jefatura del Estado porque el emérito
quiere vengarse de la decisión de su heredero de permitir que le echaran de
España entre los garantes del bipartidismo y la propia Casa del Rey, después de
haberse difundido una serie de imágenes y de historias que dejan en muy mal
lugar a eso que se llama la Corona de España. Y no es que a mí me siente mal esa
pugna parricida, porque mi alma republicana goza cada vez que se suelta un
botón de la abrochada herencia monárquica, pero es que tener que aguantar en
este país a quien lo vendió crudo y todavía no se ha puesto a merced de la
justicia para que se cumplas la ley, ya es demasiado para nuestro body.
Aunque
el que fuera rey de España ha sido generosamente exonerado de sus delitos por
las Justicia española y hasta haya conseguido que los magistrados suizos hayan
mirado para otro lado, todavía tiene pendientes una serie de conflictos con los
togados británicos a cuenta de sus desavenencias económicas con su ex amante
Corinna, que ya se sabe que no hay peor cuña que la de la misma madera. Y si
resulta que tiene que presentarse ante los tribunales de la reina Lilibeth,
mejor hacerlo desde un país que no tenga tratados de extradición que desde la
Europa supuestamente cumplidora con las normas de la Interpol. O si no, que os
creeis, hacía tiempo que estaba bañándose en las playas de Estoril.
O sea
que, queridísimos cortesanos de un rey ladrón. Abandonad toda esperanza. El
padre del actual rey no volverá a España, salvo que esté del todo limpio de
polvo y paja y alguien le pague una indemnización. ¿El rey de Marruecos por los
servicios prestados?. Da lo mismo que volváis a reclamar su regreso o si
rellenáis un pliego de firmas de toda la nobleza española y la presentéis ante
el Defensor del Pueblo. Podéis esperar sentados.
Hace
algún tiempo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez sugirió que Juan Carlos
I debería dar explicaciones. Y esta propuesta que es bastante razonable estoy
seguro de que la secundan millones de españoles que se sienten ofendidos por el
cinismo del rey por el dedazo de Franco. Pedro parece incompatible, estimado
jefe de Gobierno, con la negativa a crear una comisión de investigación sobre
el origen de la fortuna del hijo del conde de Barcelona, negativa en la que su
partido tuvo algo que ver. Y no solo dicen los expertos que el tipo sigue
siendo inviolable penalmente, sino que por lo que se ve, también
parlamentariamente. Los hay con suerte.
DdA, XVIII/5166
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