Estamos
ante un libro histórico y no es redundancia ni hipérbole. Un libro muy
promiscuo a la hora de las tentaciones. A este libro le van a nacer muchos
hijos. De él se sale sabiendo más y con más salud literaria y con más ganas. Da
mucho gusto encontrar las
sospechas
convertidas en realidades. Y ver a Ferris escribir en voz alta y así añadir más
páginas aún al libro. Fascinante me resulta oír su parábola del tren para
explicar a Miguel y su relación con la Generación del 27, esa expresión que
Gerardo Diego se apresuró a propagar el mismo año de la victoria para alejar el
fantasma de vincular a los poetas de la Edad de Plata con la idea republicana.
Ver cómo hemos llegado al TODO MIGUEL desde casi la nada. Porque es justo
recordar que hubo antes algunas aproximaciones a Miguel, pero se quedaron a
mitad de camino. A mí lo único que me enseñaron de Miguel fue " famoso por
El rayo que no cesa". Y eso era todo lo que querían que supiésemos los
muchachos de 15 años. Como mucho, se alargaban a "Miguel Hernández, genial
epígono de la Generación del 27". También está en el libro, y de la
intervención de Ferris mana, la terrible condición de la mujer condenada al
silencio. Y no me refiero sólo a las poetas (el 25 aparece en Austral una
Antología de Ferris con ellas) sino a la mayoría que vivió bajo el peso de un
nacionalcatolicismo exacerbado. Mujeres que paseaban a pleno sol su cautiverio,
rotas sus alas. Una de ellas es Josefina y de Josefina se deducen todas las
costureras o no, pero mujeres víctimas sin saberlo tal vez ellas mismas.
Con
Ferris y este libro se abren por fin las aguas de uno de los mares muertos.
Bienvenido los dos a Madrid.
DdA, XVIII/5172
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