Félix Maraña
Nobles ladrones
Un hermano, Alfonso Guerra, 
otro hermano, Díaz Ayuso, 
dos mangantes muy al uso, 
pero nadie los encierra.
La corrupción toca tierra, 
pues tiene un primo el alcalde, 
que no es un pariente en balde,
amigo de un noble pijo, 
ajeno a toda nobleza, 
un truhán de mala pieza 
y de parásitos hijo.
Cuando llegaba la muerte 
a diario y sin clemencia, 
en casas o en residencia, 
sucedía algo muy fuerte. 
Y dos canallas con suerte, 
sin probar la lotería, 
millonarios en un día, 
sólo con una llamada.
Les salió bien la jugada 
mientras la gente moría.
Y el alcalde no sabía, 
porque nadie sabe nada 
de la operación malvada 
con millones a porfía.
Y vino la Fiscalía, 
roja, que roja es la izquierda, 
y el pijo suelta la cuerda, 
echando fuera balones. 
Lo suyo, las comisiones, 
las mordidas y la mierda.
Los fiscales, asustados, 
porque les tilden de rojos, 
cuando saben que sus ojos
giran más para otros lados.
Los dineros descuidados 
por material inservible 
sólo es descuido posible 
en un sistema corrupto.
Medina es un exabrupto 
de una conducta punible.
Hermanos, cuñados, primos,
robando al público erario, 
hacen banco millonario 
arruinando a sus vecinos.
Componen tramas y timos, 
atrayendo más desgracia, 
sin que aquesta democracia 
les pongan coto ni freno.
La corrupción es veneno, 
sin remedios ni eficacia.
Como ya advirtió Quevedo, 
denunciar a esta carroña, 
mierda que todo lo enroña
cuando el bien importa un bledo, 
señalando con el dedo 
la maldad de esa conducta, 
volcán que pudre y eructa 
un magma de corrupción, 
es tarea, obligación 
de una democracia ducta.
DdA, XVIII/5138

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