Jaime Richart
Hay muchos modos de tratar este asunto y muchas las consecuencias. Esto que voy a desarrollar aquí en el fondo es la menos importante por ser sutil. Pero ahí está. Y, precisamente por ser sutil, me parece oportuno, airearlo.
Otra de las preocupaciones del Nuevo Orden Mundial, aunque esto es muy viejo pues data desde el principio del uso de la informática a nivel de usuario, es mantener un absurdo gigantesco con el que hemos de convivir al manejar cualquier sistema y aplicación de las que nos hemos rodeado la mayoría de estas generaciones.
Aparte tener que aceptar cookies para todo, pongamos atención a las condiciones legales de folios y folios de un contenido que jamás leemos, ni nos interesa lo más mínimo porque lo que queremos saber es si nos va a interesar suscribirnos, “comprar” o no la aplicación o el sistema. Y para eso tenemos que hacer antes clic aceptando las condiciones que nos son indiferentes. El caso es que el “aceptar”, constantemente presente en toda interactuación informática, se convierte en un acto de sumisión permanente pues a nada podemos responder y nada podemos cuestionar o discutir. Con verdadera autonomía de la voluntad no contratamos nada. Ya estamos acostumbrados.
Otra aspecto del asunto es el papel ridículo de los servicios jurídicos de esas empresas que elaboran minuciosamente las “condiciones legales” para cubrir las espaldas de eventuales reclamaciones contra la empresa para la que trabajan que nadie nunca activa. Ningún esfuerzo negociador tienen de desplegar, pues nada se pacta ni se negocia cuando entramos en contacto con los vendedores de una aplicación. Todo son contratos llamados de “adhesión”, como los del suministro de la luz o del agua. Si quieres tener el servicio no tienes más remedio que aceptar las condiciones. ¿Para qué vas a leerte una ristra de condiciones y términos legales si no puedes cambiarlos ni en el más mínimo detalle?
Todo esto viene muy de lejos, desde hace muchos años, al tiempo que la informática se iba desarrollando. Quienes manejan todo este complejísimo orden de cosas, sea con el viejo o con el nuevo orden, “descubrieron” un método de sometimiento subliminal: con la ilusión de las novedades que se iban a ir sucediendo, deslizarnos o imbuirnos la ilusión de que negociamos, de que somos libres pactando con ellos mediante constantes clics de “acepto”.
De vez en cuando nos comunican modificaciones legales; modificaciones que, como las modificadas, son las que les conviene. Nosotros, los usuarios, legalmente no pintamos nada. Por eso lo insultante es que querer hacernos ver que acordamos libremente algo, que seguimos siendo ciudadanos libres. Esa argucia-tapadera de la juridicidad, para cualquier jurista debiera ser, abominable. Pues la tarea de los abogados de todo ese emporio es vergonzosa, ya que lo único que hacen es vigilar que nadie se atreva a demandar a la empresa. Lo demás del texto que a veces se nos obliga a leer hasta el final, o al menos pasar la vista por encima hasta el “acepto”, no es más que paja, farfolla, humo….
No digo nada nuevo, ya lo sabemos todos. Pero cada vez que acepto cookies o me notifican “galantemente” en diez folios cumplidos en una pantalla, que han modificado las condiciones legales (que es lo que vienen haciendo desde hace poco distintas plataformas y aplicaciones) me dan ganas de renunciar a todos sus “servicios” y vivir en lo posible como antes de esta invasión tecnológica.
Todo absurdo, todo una pantomima, todo un comportamiento como el de la serpiente constrictora que aprieta poco a poco a su presa hasta asfixiarla. Pues todo este procedimiento es un ultraje a nuestra inteligencia. Al menos desde el punto de vista de la juridicidad académica.
Aunque en realidad casi es lo de menos... Porque lo que más jode es que todo este tinglado, que es esencial para el poder económico, financiero, político y de toda clase, son argucias sicológicas que lo desvirtúan todo, que hacen a quienes están al frente de infinidad de responsabilidades públicas esclavos de “super expertos informáticos” que pueden dirigir cualquier resultado fiscal o el recuento de votos en las urnas, o de cualquier otro orden estadístico o de lo que sea, a donde les parezca. Esto por un lado. Por otro, lo dicho: que somos libres. Y por último, que la privatización y el ultraliberalismo son las dos herramientas que hacen de este mundo el mejor de los posibles, cuando justo el neoliberalismo, aliado a la informática, es lo que, poco a poco, está llevando a este mundo al abismo…
DdA, XVIII/5138
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