Paco Faraldo
En la medina
de Tetuán, hace una pila de años, aproveché una visita a Marruecos para
comprarme una chaqueta de cuero, uno de los regalos que reglamentariamente
había que traerse de un viaje a ese país. Entre centenares de alfombras,
bandejas y cazuelas para el tayín divisé al propietario del bazar, que me
condujo a las profundidades del local donde se encontraban los artículos de
piel. Una vez elegido el modelo, me dispuse a entrar en la fase delicada del
regateo para la cual venía ya entrenado por amigos españoles expertos en ese
arte.
- Ofrece
siempre la tercera parte de lo que pidan. Después es cuestión de paciencia para
llegar al precio que te convenga.
Seguí las
instrucciones pero, ante mi sorpresa, cuando hice la primera oferta el hombre
me miró durante unos segundos como sopesando qué responder y a continuación
recogió la chaqueta devolviéndola al colgador.
-Me va a
perdonar, pero llevamos 29 días del Ramadán y estoy agotado y sin energía para
nada. Si viene usted mañana, que es el Id-Ul-Fitr, le invito a un té, hablamos
de la chaqueta y le hago un buen precio.
Así me
enteré de que el Id-Ul-Fitr señala el fin del ayuno y que muchos marroquíes
soportan mal y se les altera el humor cuando cumplen las abstinencias que su
religión les impone. Volví al bazar al otro día y encontré al propietario
lozano y sonriente, bebimos el té e hicimos el trato de la chaqueta por un
precio satisfactorio para ambos.
Esta noche en Rabat, Pedro Sánchez
tendrá menos dificultades. El precio de la compraventa de los parias de la
hammada ya está convenido bajo los auspicios del amigo americano y solo cabe
celebrarlo en buena armonía.
DdA, XVIII/5132
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