Félix Población
Es de suponer que si el periodista español Pablo González llevara más de dos meses detenido en una cárcel de seguridad de Moscú, acusado de ser un espía ruso en la maldita guerra que sufre Ucrania, la repercusión de la noticia en el nuestro y sus efectos habrían posibilitado que a estas alturas Pablo González estuviera al menos en libertad con cargos.
En ese caso, tanto el gobierno español como las asociaciones profesionales se habrían solidarizado con el periodista de un modo más efectivo y esa presión quizá hubiese forzado una situación distinta y mejor a la que soporta actualmente el reportero, detenido a finales del mes de febrero en la frontera entre Ucrania y Polonia.
Pero al periodista español se le acusa de haber espiado para Rusia y aunque ya cuenta por fin con un abogado polaco con el que puede contactar, el caso es que hasta su traslado este mes a una nueva prisión cercana a Varsovia solo había recibido dos visitas del cónsul español. Según el letrado, el fiscal todavía no permite que Pablo González, reportero del diario Público, reciba llamadas telefónicas o visitas.
Tampoco el gobierno polaco ha comunicado hasta la fecha las supuestas pruebas en contra del periodista español nacido en Moscú, que tiene por eso doble nacionalidad. Por todo ello, la familia de Pablo González no ha tenido posibilidad de felicitarlo con motivo de su cuadragésimo aniversario. Habrá de transcurrir todavía un mes para que concluya el periodo de prisión provisional. Podrían las autoridades polacas decidir hasta entonces si se prolonga esa estancia preventiva en prisión.
Si no fuera así, el periodista quedaría en
libertad con cargos. Si a la postre Pablo González fuera inocente de lo que se
le acusa, el silencio de determinadas asociaciones profesionales de este país y
la timorata actitud del gobierno quedarían en aún más evidencia, sin que al parecer eso les importe demasiado, algo que de seguro sí habría ocurrido de estar el reportero en una cárcel rusa.
DdA, XVIII/5153
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