Félix Población
Hace unas fechas se vivió en el
gran estadio del Nou Camp de Barcelona uno de esos hechos que en el periodismo deben
merecer el calificativo de histórico, al margen del empleo abusivo con el que
se usa habitualmente ese término en los medios de información.
En unos cuartos de final de
fútbol femenino correspondientes a la Champions, el Barcelona y el Real Madrid lograron reunir en el citado estadio a más
de 91.000 espectadores, una cifra superior a la registrada en Pasadena
(California) en la final del Mundial entre Estados Unidos y China. En
Barcelona, además, el partido tuvo lugar a las 18,45 de la tarde de un día
laborable y con lluvia, lo que da idea del interés que está despertando el
fútbol femenino en nuestro país.
Se
batió, por lo tanto, un récord mundial de espectadores, y se dio
también la circunstancia de que el espectáculo deportivo ofrecido fue magnífico:
juego limpio, entrega manifiesta por parte de las futbolistas, juagadas de
mérito y muchos goles, siete, sin que importe en este caso demasiado quién fue el
equipo vencedor (el Barcelona).
Lo que se vivió hace unos días
en uno de los estadios con más aforo del país presagia, sin duda, las mejores
expectativas para el fútbol femenino, no solo porque va a comportar un
incentivo para que las niñas sientan inclinación por practicar este deporte,
sino porque con su práctica y esfuerzo demostrarán cada vez mejores aptitudes.
De momento, lo que
cabe advertir en el fútbol femenino es un pugna más limpia que entre los
varones en la disputa del balón. Si a eso sumamos, como ocurrió en el Nou
Camp, un afán manifiesto por ofrecer goles y espectáculo, además del incentivo que
implica comprobar las facultades de la mujer para este deporte, no me parece
exagerado pensar que el fútbol femenino ganará mucha afición en los años
próximos.
Personalmente, quizá influido
por la novedad, me parece más bonito ver jugar a las mujeres que a los hombres,
no solo por lo dicho sino porque en el
fútbol masculino priman en exceso los intereses del gran negocio en que se ha
convertido ese deporte. Las derrotas pesan mucho más en virtud de esos
intereses y es frecuente jugar a no perder, ante todo. Eso hace que el
espectáculo deportivo sea a menudo aburrido y tedioso.
Ojalá no tenga ese novedoso,
limpio y fresco fútbol entre mujeres los mismos derroteros que me han hecho
desertar casi como espectador del fútbol masculino. Ahí tenemos a la vuelta de
la esquina esa próxima celebración de un
Mundial en Qatar, donde los trabajadores migrantes han soportado una infames
condiciones labores de explotación en la construcción de los estadios (Mundial de la vergüenza lo ha llamado
Amnistía Internacional), y donde la
tutela del varón cercena todos los derechos de la mujeres.
*LUH DdA, XVIII/5128
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