Félix Población
Desde la proclamación de José
María Aznar al liderazgo del Partido Popular en 1990, sin tutelas ni tutías
-según decidió Fraga Iribarne en un discurso fragoroso-, la política de centro
ha brillado por su ausencia siempre que esta formación política estuvo en la
oposición.
Son de recordar por su
agresividad la legislatura de 1993, cuando el PP fue derrotado sin que se lo
esperara, y la de 2004, año en que le ocurrió lo mismo, tras su oprobiosa versión
falaz de los atentados del 11 M. La actual legislatura, con Pablo Casado al
frente del partido, se pareció bastante a aquellas en el airado y faltón
protagonismo con que el Partido Popular quiso emular a sus competidores en las
urnas, los diputados de la extrema derecha, criados en sus propias filas.
No me parece que con Feijóo
vayan a cambiar mucho las cosas, a pesar del denodado empeño que hasta los
medios de la progresía han puesto en blanquear su imagen con el membrete de
moderado y olvidar las contrataciones millonarias de su hermana Micaela o sus
viejas amistades peligrosas con un narco.
El expresidente de la Xunta de
Galicia pactará con la extrema derecha con toda seguridad, tal como lo hizo
Mañueco en Castilla y León, lo hará Moreno en Andalucía y lo harán los
siguientes si está en juego cualquier gobierno municipal o autonómico. Las
encuestas mantienen a Vox al alza, mientras en el Partido de Popular no dejan
de cernirse sombras de corrupción que cercan al alcalde y a la presidenta de la
Comunidad de Madrid, sin que dejen de asomar las propias de su pasado con esa tercera
condena de la Audiencia Nacional por beneficiarse de la trama Gürtel.
Puede que el PSOE haya querido
cuidar a su electorado centrista ofreciéndose conciliador a esa falsa imagen
mediática del líder gallego, pero Pedro Sánchez debería recordar los negativos
efectos que tienen para el partido que lidera moderaciones como la del
candidato Ángel Gabilondo en la
Comunidad de Madrid.
Y reparar también en la fecha
en que fue proclamado el nuevo líder del PP, un partido fundado por exministros
franquistas que pudiendo convocar su vigésimo congreso en cualquier otra fecha,
lo hizo coincidir con un primero de abril, Día de la Victoria durante la
dictadura, la jornada en la que Franco dio por derrotado al “ejército rojo” y
cumplidos los “objetivos militares”.
Habrá quien piense que se trató
de una casualidad. Algunos no lo creemos.
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