Que Estados Unidos haya cometido la temeridad de pretender instalarse a las puertas de Rusia no convierte a Putin, querido votante de izquierdas, en un símbolo de la lucha antiimperialista americana con su imperialismo de cercanía. Enfrentarse a Estados Unidos no convierte a Putin en comunista, señor ultraderechista. Si este es el motivo por el que te sientes hoy parte de la resistencia ucraniana, cámbiate de bando. Diga lo que diga Vicente Vallés, si jugamos a este juego, Putin es de los tuyos.
Gerardo Tecé
Además de la paella y los toros, en España es tradición intentar traducir la política internacional a peleas domésticas. Una estupidez como otra cualquiera, muy útil, sin embargo, para ir rellenando tertulias. Si uno denuncia la masacre de Israel contra el pueblo palestino será considerado un podemita antioccidental, produciéndose así el efecto de alineación inversa: los de derechas no tienen más remedio que ir con los tanques de Israel. Si uno es de derechas, considerará a Venezuela como la provincia número 51 de España, sintiendo lo que allí ocurre con tal cercanía que pareciera que Caracas está ubicada en la vecina Marruecos. En respuesta, si uno es de izquierdas, deberá tragar con más esperpentos de los recomendables para la salud, gentileza de Nicolás Maduro. En el caso de la guerra de Putin –deberíamos empezar a llamarla así para descargar de culpa a millones de rusos que lo sufren– la traducción al castellano se complica.
Al mito franquista aún presente del enemigo ruso –muchos se han puesto estos días el gol de Marcelino– se suma el complejo escenario post Guerra Fría que nos da a elegir entre el Estados Unidos que extiende sus tentáculos con bombas y ampliación de la OTAN hasta el infinito y más allá o la Rusia ultranacionalista, que estos días machaca con bombardeos a la población ucraniana. El resultado de este siniestro juego de las sillas es que, cuando la música para, ciudadanos ultraderechistas bien informados comparten asiento en la defensa de Putin con algún militante de izquierdas despistado en su afán antiamericano. También sucede que los políticos pelean por colocar la idea de que Putin, hoy presentado como la cara del mal, son los otros. Y sucede que la gran prensa, del telediario de Vicente Vallés al programa de Risto Mejide, pasando por los editoriales de los grandes diarios, siguen en su encargo eterno de señalar a Unidas Podemos como culpable de la muerte de John Lennon. Esta vez asegurando que el líder ruso es comunista porque, entre otros argumentos de peso, se llama Vladímir, como Lenin. Algo similar a lo que le ocurre a Santiago Abascal con Santiago Carrillo. Los comunistas encarcelados en prisiones rusas no podían parar de reírse. Dicen que la primera muerta en la guerra es la verdad, pero en el caso de España no hay que temer por esta pérdida al igual que Pepe Viyuela no teme la pérdida de pelo.
Puestos a jugar a este juego de medir el mundo en estadios Bernabéu, de buscar similitudes locales con las que echar la tarde, ¿qué tal si, para saber quién es Putin y a quién se asemeja, escuchamos a Putin y su entorno? Preguntado en 2018 por el auge del movimiento feminista, Vladislav Surkov, uno de los grandes ideólogos de la Rusia de Putin y principal asesor del presidente por aquel entonces, dio gracias a Dios de que el feminismo fuese casi inexistente en su país y advirtió de que su extensión por Occidente era un claro signo de decadencia. Un movimiento radical, explicó, surgido de la engañosa idea de que existía algún tipo de problema entre sexos que se llevaban fenomenal. Ni machista ni feminista don Vladislav. Un año después, en 2019, Vladímir Putin fue preguntado durante una cumbre del G-20 por la persecución que los homosexuales denunciaban sufrir en Rusia. Putin explicó la que, según él, era una absurda polémica: “Aquí pueden vivir como quieran, pero algunas cosas nos parecen excesivas. No se debe permitir que eclipsen la cultura, las tradiciones y los valores familiares de millones de personas”. Motivo por el cual el líder ruso había prohibido que los niños recibieran “propaganda homosexual” que pudiera adoctrinarlos. También nos sirven de pista para este juego las malas relaciones entre Putin y la población musulmana, según él, terrorista en potencia toda ella. O su postura sobre el cambio climático. Putin cree que “es muy difícil atribuir el problema a la actividad humana”. Por otro lado, su discurso ultranacionalista y su explicación de los encarcelamientos de opositores políticos: quieren destruir Rusia.
Que Estados Unidos haya cometido la temeridad de pretender instalarse a las puertas de Rusia no convierte a Putin, querido votante de izquierdas, en un símbolo de la lucha antiimperialista americana con su imperialismo de cercanía. Enfrentarse a Estados Unidos no convierte a Putin en comunista, señor ultraderechista. Si este es el motivo por el que te sientes hoy parte de la resistencia ucraniana, cámbiate de bando. Diga lo que diga Vicente Vallés, si jugamos a este juego, Putin es de los tuyos.
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