domingo, 27 de marzo de 2022

LO INVISIBLE



Marcelo Noboa Fiallo

El festival de cine de Málaga que se celebra estos días de marzo de 2022, ha tenido en su 25 edición, entre otras virtudes, la de incorporar a la Sección Oficial para elegir a la mejor película merecedora de la “biznaga de oro”, al cine que se realiza en América Latina, con una representación abrumadora. Varios títulos procedentes de aquellos lares, compiten estos días en la Sección Oficial procedentes de Perú, Guatemala, Ecuador, chile, Costa Rica, Bolivia, Brasil y por supuesto Argentina (que nunca falta)

“Lo invisible” es una película del realizador ecuatoriano, Javier Andrade, que aborda el complejo mundo de los trastornos psíquicos, tomando como referente, las depresiones post-parto que, al parecer, sufre la protagonista del film, perteneciente a una clase social muy alta. No es una clase social rica, sino muy rica. Conviene recordar que ser muy rico en América Latina, no es igual que ser muy rico en Europa o EE.UU. Allí, la abrumadora riqueza de unos pocos choca de manera insultante con la inmensa mayoría empobrecida. Choque que “invisibiliza” a las insipientes clases medias. La familia del film de Javier Andrade, vive en una lujosa mansión, rodeada de una y frondosa naturaleza, rodeada de un campo de golf, rodeados también de un “ejercito” de sirvientes serviles. No obstante, sus existencias transitan por el más absoluto vacío. En ese marco o contexto, surge la “enfermedad mental” de la protagonista.

La película pretende poner el acento en la “invisibilidad” del sufrimiento de quien padece la “enfermedad” y a la vez ocultarlo, invisibilizarlo de cara al exterior, a los amigos, a la sociedad. Podía también haber titulado la obra, “Los ricos también lloraN”, pero ha preferido “Lo invisible”

Para mí, lo realmente invisible del film es lo que el director de la cinta nos priva a los espectadores de saber que es lo que nos canta en quechua la “mucama” de 78 años, que lleva sirviendo a los señores desde los 12 (sus padres también sirvieron a los señoritos). Las canciones devienen en lo único auténtico en ese irrespirable y a la vez vacío ambiente familiar. Creo que no costaba nada traducirlo para deleite de los espectadores.  

Ese día me tocó hacer doblete y me quedé al pase de la siguiente función del realizador español (nacido en el Salvador) Imanol Uribe, de quien no habíamos vuelto a saber nada después de su impecable, “Kalebegiak” (2017). Esta vez nos presentaba la dramática y miserable historia de los asesinatos de los jesuitas en El Salvador, ocurrido en 1989, por parte de las fuerzas militares de aquel país y que pretendieron cargarle el muerto a la guerrilla. La masacre fue vista, vivida y revivida por la única testigo que todavía vive refugiada y protegida en California. La película se titula, “Llegaron de noche”, pero bien pudo titularse, “Lo invisible” porque en esta historia miserable, lo invisible ha estado, durante muchos años, impidiendo que se conozca la verdad para salvaguardar al ejército salvadoreño. La “invisibilidad” de la embajada española que miró para otro lado; los intereses del gobierno de EE. UU para que no se conociera la verdad y que, en consecuencia, lo manejaron todo.

El personaje de Lucía (único testigo) es lo mejor de la película, la actriz Juana Acosta está soberbia y transmite la misma credibilidad que su personaje al declarar una y mil veces ante el juez y ante el FBI su versión de los hechos. El resto de la película carece del ritmo necesario para relatar una historia que, en líneas generales, es conocida por el gran público. Sorprendente en Imanol Uribe, maestro en estas lides.

Me sorprendió muy positivamente la película guatemalteca, “Cadejo Blanco” del director Justin Lerner, sobre el inframundo de las “maras” donde el verdadero protagonista es la miseria. La insultante pobreza que origina la violencia. Aquí nada es invisible, todo es demasiado visible. Rodada sin estrellas hollywoodenses, con “actores” buscados en la calle. En las calles miserables de Guatemala. No estoy muy seguro si el espectador europeo asumirá la lentitud del metraje. Es un lenguaje más del magnífico guion con un final que desborda a la propia protagonista, lejos de los tópicos que manejamos para intentar “entender” la violencia en Centro América. 

         DdA, XVIII/5121     

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