De entre los articulista que escriben actualmente en la prensa española, ya ha destacado en más de una ocasión este modesto Lazarillo los textos que cada sábado firma en La Voz de Asturias mi estimado y admirado Enrique del Teso, siempre aconsejables de leer en su integridad a pesar de que no sean habituales en los diarios artículos de la extensión de los que escribe el agudo e inteligente colaborador del citado periódico. Háganme caso los seguidores de este DdA y leen al completo el que lleva la fecha de hoy y se titula Iglesia y abusos en tiempos de guerra, del que destaco lo que sigue:
La
memoria de la Iglesia aquí está llena de impurezas totalitarias. La derecha
española pacta con la ultraderecha porque la lleva dentro de sí. Y es propio de
la derecha sectaria utilizar los elementos comunes e identitarios como frentes
políticos. Así, a la vez que eluden la racionalidad política, polarizan y
fidelizan mediante la intolerancia. En vez de hablar de impuestos o servicios,
los mensajes se centran en España y la bandera, para que la pugna no sea entre
opciones políticas sino entre españoles y enemigos.
La Iglesia presenta como ataque a la fe la
resistencia a sus intransigencias, a la aceptación de sus miedos y culpas, y la
derecha cabalga sobre esa agitación blandiendo un catolicismo nacional. La
contienda política cada vez se basa más en emociones simbólicas (por qué si no
iba a ser tan político el debate sobre los toros) y ahí la Iglesia tiene poder
como anfitriona de muchas tradiciones simbólicas. Por eso su influencia, su
potencial estructurador, en España se vuelca sobre la división, la intolerancia
y muchas veces es percha emocional de odio.
Por esa pereza o falta de energía se le mantienen privilegios
fiscales, legales y de apropiación muy caros y se permite que su ambición
altere algunos de nuestros servicios básicos. Suelen decir las jerarquías que
la Iglesia ahorra dinero al Estado. Hágase entonces la luz, como dice el
Génesis, conozcamos las cuentas. Ni siquiera el Tribunal de Cuentas fiscaliza a la
Iglesia. Es opaco quien tiene que ocultar.
Estos días se habla de una oscuridad más hiriente y a la vez
significativa, que son los abusos a
niños. Esta es una violencia estructural
en la Iglesia. A la cantidad de casos y su continuidad en el tiempo hay que
añadir la red que protege a los agresores. Es violencia institucionalizada, no
excepciones podridas. Se negocia con el obispado, porque
la justicia ordinaria no puede investigar. El Concordato dice
que son inviolables «los archivos, registros y demás documentos
pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española, a las Curias
Episcopales, a las Curias de los Superiores Mayores de las Órdenes y
Congregaciones religiosas, a las Parroquias y a otras Instituciones y Entidades
eclesiásticas». España no tiene soberanía para investigar a la Iglesia. La
violencia sexual sobre niños la investiga una Justicia Canónica que
flota sobre la Justicia como el aceite sobre el agua. Y los archivos
correspondientes son inviolables. Un anacronismo amargo.
Estamos en guerra. Aquí la guerra es una humedad que va empapando
nuestro tejido y nos irá llevando al límite. Los principios tienen que
asentarse con claridad para que sean un protocolo mecánico en los momentos en
que ya no pensemos. Ya nos dicen que será nuestra culpa la falta de energía y
que serán nuestros salarios lo que dispare la inflación, que ni ganancias
absurdas de oligopolios parásitos ni la riqueza de los ricos se tocan tampoco
en guerra.
Suenan tambores de gran coalición, porque en tiempos de guerra no
debe importar lo que votemos, sino lo que digan oligopolios y oligarcas. La
Iglesia hace su parte. La ortodoxa quiere guerra contra el poder gay, nada
menos. El obispo de Oviedo alerta
de la conspiración marxista y masónica. Los demás tendremos que mostrar también
nuestra determinación de pretender en tiempos de guerra lo mismo que en tiempos
de paz: democracia sin oligopolios, impuestos justos a los ricos, gobiernos legítimos
votados, división de poderes. Y disolución de todas las anomalías franquistas
que mantienen a la Iglesia como una herida de nuestra democracia y nuestras
finanzas. Razones, en vez de miedos, culpas y dogmas.
La Voz de Asturias DdA, XVIII/5107
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