martes, 15 de marzo de 2022

HAN MATADO EL PARAÍSO DEL MAR MENOR


Marcelo Noboa Fiallo

Hace cuarenta años que no visitaba la Manga del mar Menor, exactamente desde el verano de 1982. Mis hijas eran pequeñas y por aquel entonces las vacaciones de verano se reducían a la playa. Alquilamos un apartamento en una de las zonas más estrechas de la larga “lengüeta” (19 kilómetros) que divide el Mediterráneo del gran “lago salado” que es el mar Menor, lo que nos permitía bañarnos aleatoriamente en las arenas de uno u otro mar. Así durante 8/10 días.

Por entonces los edificios altos se podían contar con los dedos de las manos, predominaban los edificios bajos, los chalets y viviendas adosadas. Hoy es un largo “chorizo” de 19 kilómetros donde el ladrillo ha impuesto su ley.

Pero como nunca las desgracias vienen solas, los últimos años la puñalada a ese paraíso que en su día fue el mar Menor, ha llegado de la mano de los abonos agrícolas provenientes de la agricultura extensiva que bordea toda la costa de la parte peninsular de la “laguna salada”. El Mar Menor se muere, es la sensación y el sentir de sus habitantes y veraneantes. Hace unos meses, operarios y trabajadores del ayuntamiento retiraron toneladas de peces muertos, de todas las especies (especialmente alevines), muertos por la falta de oxígeno producido por los nutrientes procedentes de la agricultura intensiva. 

Entre el ladrillo de las caóticas construcciones, el turismo salvaje y los incontrolados procesos de la agricultura en sus orillas han matado (lo digo en pasado porque ya no hay quien lo arregle) lo que fue un “paraíso del veraneante”.

DdA, XVIII/5110

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