miércoles, 30 de marzo de 2022

ALMA, CORAZÓN Y VIDA

Valentín Martín

Voy a ver si puedo escribir algo que quiero escribir, porque cada vez que lo intento me sale el alcalde del Partido Popular de Alcobendas y no me deja. A ver si esta vez, el burro a la linde.
Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo ni voy al cine. Antiguamente los estrenos de las grandes películas y las otras eran el domingo de resurrección. En Salamanca se hacía cola por la mañana para sacar las entradas de la sesión de tarde. Una cola muy larga y de mucha paciencia. Por ejemplo, para sacar entradas en el cine Coliseum que estaba en El Pasaje frente a la puertecita del picadero donde algunos y algunas subíamos a los cielos, la cola llegaba al territorio prohibido de los soportales de la Plaza Mayor, frente a la cafetería Las Torres donde paraban los señores y allí se cortaba la cola porque a los señores no se les podía molestar.
La vez que los universitarios malandrines hicimos una huelga general en la Salamanca de los 60, utilizamos la cola de los cines. No nos quedaba otra en una ciudad sin industria, porque había una fábrica de alpargatas pero estaba en Peñaranda de Bracamonte, tierra de buen cereal, de cochinillo al horno, y de poesía mística. Al borde de la ciudad estuvo la azucarera, pero un taxista me dijo más tarde que la azucarera de Salamanca nos la robó Zapatero y se la llevó a su pueblo. Yo traté de aclararle que cuando llegó Zapatero la azucarera no estaba ya, que se había ido a Toro. Pues eso, me insistió el taxista, al pueblo de Zapatero. Desistí y no le aclaré que Toro es de Zamora y Zapatero de León.
La huelga consistía en parar todos los cines todos los días. Y hacerlo de manera legal y pacífica. Colas inmensas de universitarios y universitarias para sacar entradas. Pero no sacábamos entradas. Cada uno o cada una llegábamos a la taquillera y negociábamos con ella el lugar y el precio de las entradas. Y luego nos íbamos con las manos vacías, después de consumir los minutos que la labia de los malandrines daba de sí. Y no había espectadores. Y no había película.
Todo transcurría bien como estaba previsto, con la ciudad paralizada y las autoridades académicas firmes en su decisión de no dialogar con los estudiantes (los estudiantes, a estudiar, dijo el ministro con pistola), hasta que a un grupo de los nuestros se les fue la mano con el vermut y leche de teta y atravesó la Plaza Mayor cantando el estribillo de La Parrala. Ahí la policía aprovechó para molernos a palos. Fin de la huelga.
Yo creo que ya no hay cines. Como no hay pan porque no hay harina. Y no hay harina porque no hay trigo. Lo que hay es otra cosa. Y a otra cosa me he ido, esto no hay quien lo remedie, porque lo que yo quiero decir es que próximamente estrenaremos un libro. Pero no un libro cualquiera, un libro de Antonio Pastor Gaitero rebosando poesía. Se llama CON NOMBRE PROPIO y lo ha editado Lastura. Será en la Casa de las Fieras y yo he avisado ya a cuatro fieras de Santa Inés, cuatro herederos - Chema, Antonio, Flores y José Antonio- para que vengan con las parihuelas y me lleven desde donde me deja la choferesa de Cela hasta la fiesta del libro, atravesando parte del Retiro.
Y es que le he pedido el favor a Antonio Pastor Gaitero de que me conceda el privilegio de participar en la presentación del libro. El libro cumple los preceptos de Jorge Guillén y Paz Battaner. Pero además es un libro con corazón y al corazón siempre se le dice sí. Es un libro para la vida, ahora que nos estamos muriendo a puñaos, incluso los que no se dan por aludidos.
La vida: leed CON NOMBRE PROPIO y veréis a qué sabe. La vida, digo.

DdA, XVIII/5124

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