Félix Población
Todo parece indicar, como por otra parte era de prever, que Isabel Díaz Ayuso puede acabar con Pablo Casado y que con Ayuso quizá no acabe la corrupción supuesta que pesa sobre su persona a cuenta de su hermano. Dependerá de las investigaciones judiciales al efecto. No creo que de esta salgan eliminados los dos, habida cuenta el apoyo mediático con el que cuenta la presidenta de la comunidad de Madrid.
Más bien pienso que Ayuso logrará hacerse con la presidencia del partido en Madrid, según se propuso, a la espera de su oportunidad para saltar al liderazgo, si quien se erige al frente del mismo no cuenta con la solidez requerida. Si eso ocurriera, según pienso, tendríamos a no mucho tardar al frente del Partido Popular a una ahijada de Aguirre, la primera aspirante a lideresa en tiempos de Rajoy, representante de la derecha extrema de la que conviene recordar, tal como hace Ignacio Escolar, nació Vox. Quizá ese sea el camino para que la extrema derecha y la derecha extrema confluyan.
Bien es cierto que también Casado es ahijado de Aguirre, como lo son el dimitido y Carromero, la propia Ayuso y Santiago Abascal. Como no es muy habitual hacer memoria en el apresurado devenir de nuestros tiempos, conviene recordar que Aguirre, imputada por corrupción, llegó a la presidencia de la comunidad con las malas artes del tamayazo y tuvo entre sus más próximos colaboradores en su gobierno a Ignacio González y Francisco Granados, encarcelados por delitos de corrupción.
Según Escolar, en su artículo de hoy en elDiario, la semilla del mal en el Partido Popular procede de aquel régimen aguirrista de infausta memoria, cuando ya se daba una gestapillo de espionaje que vigilaba a algunos compañeros de partido como Ruiz Gallardón, Manuel Cobo y Cristina Cifuentes, todos hoy en el retiro, y afilados navajazos entre los expresidiarios citados.
La rivalidad entre Pablo Casado y Díaz Ayuso se nutrió
en esas aguas pútridas y no es extraño, por lo tanto, que la primera aspirante
a lideresa del Partido Popular esté hoy con quien, siguiendo sus mismo pasos, le ha salido como mejor alumna en ese nauseabundo
entendimiento de la política que consiste, presuntamente, en
practicar el nepotismo y la corrupción con negocios sanitarios mientras la
pandemia por COVID se cobraba más de 700 vidas por día en España y los abuelos enfermos se morían en las residencias abandonados a su suerte.
VACUNADOS CONTRA SU PÓCIMA
He asistido atónito, como muchos ciudadanos, a la crisis desatada en el Partido Popular. ¿Y ahora qué? Pues pase lo que pase, la sangre no llegará al río. Si acaso algún cadáver, ya momificado, para dejar en las vitrinas de Génova. ¿Subirá Vox? Tal vez, pero luego volverán las aguas a su cauce. La derecha española transita siempre por los mismos derroteros, con unas siglas u otras. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. ¡Ay, las mamandurrias! Los participantes de este culebrón se criaron en las Nuevas Generaciones del PP y están rodeados de asesores con galones de otros tiempos. Otros tiempos, mismos afanes. En esta ocasión, el ingrediente folclórico ha sido que se acusen mutuamente de corrupción. ¿Corrupción en el PP? Lo que me faltaba por oír. Es un ingrediente recurrente de su propia medicina que se han aplicado ambas partes y presumiblemente en dosis mortíferas. Pero no nos preocupemos, están vacunados contra su pócima. Sobrevivirán. Ya hay lista de voluntarios para acudir en socorro de cualquier superviviente, sea quien sea. Juan Carlos Fraile Pérez.
DdA, XVIII/5091
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