jueves, 17 de febrero de 2022

DESPUÉS DE LA "OPERACIÓN CIUDADANOS", AHORA TOCA RENOMBRAR DERECHA A LA EXTREMA DERECHA


Gerardo Tecé

Por fin llegó el día de aceptar con normalidad que la ultraderecha ocupe sillones de gobierno en España. El trabajo, consistente en normalizar lo que en otros lugares se considera un virus para la democracia, ha sido relativamente sencillo, ya que existían las herramientas necesarias. Miles de horas de televisión dándole voz al bulo y al odio hasta homologarlo como un contenido de entretenimiento más. Que pasen Trancas y Barrancas. Tertulias de radio en cadenas progresistas como la Ser, que equiparan, cada mañana, un discurso socialdemócrata como el de Podemos con uno de odio como el de Vox. Los extremos se tocan, suelen acabar sus intervenciones sesudos analistas sin que nadie al volante levante la voz para decir qué carajo dice usted. Periódicos derrochando tinta en la denuncia de escándalos sangrantes como aquel en el que una asesora de Irene Montero sujetó en brazos a la hija de la ministra durante un mitin. Tolerancia cero con la corrupción. Ni una gota de tinta, sin embargo, para señalar los vínculos existentes entre el partido de Santiago Abascal y movimientos neonazis. Gracias al trabajo bien hecho, la Operación Sabadell, aquella que comenzó en 2014 con el banquero Josep Oliu lanzando la idea de montar un Podemos de derechas, ha finalizado con éxito. Albert Rivera, que pasaba por allí y tenía ganas de trabajar por aquel entonces, fue el encargado de comenzar el trasvase de votos desde un PP carcomido por la corrupción hasta otro lugar más seguro: el nacionalismo español de siempre. Banderita y discurso del tercer cubata que más tarde interpretó Vox como nadie. Que el Podemos de derechas haya resultado ser fascismo es lo de menos.

El PP, enfermo crónico desde 2015, tiene ya el camino limpio –como limpias estarán las calles de Soria de delincuencia extranjera dentro de poco si dios quiere– para seguir andando apoyado en el bastón de la ultraderecha. Lo hará sin más consecuencia mediática que el cabreo de cierta izquierda radical y terrorista que siempre vive cabreada. Ahora toca seguir avanzando. Finalizada la Operación Sabadell, arranca una nueva etapa a la que debemos estar atentos. Lucía Méndez, jefa de opinión del diario El Mundo, daba pistas de la tesis sobre la que se construirá este nuevo tiempo. Lo hacía durante una tertulia celebrada en la Ser un día después de las elecciones castellano leonesas. Calificar a Vox de extrema derecha es un error, defendía la periodista, ya que, como hemos visto en estas elecciones, el voto a Vox es amplio y muy diverso. Es la teoría del respeto medido en números. Diez tipos acosando a un inmigrante se llaman exaltados, pero si son un millón se llama movimiento social. ¿O es que va usted a llamar talibán a un humilde pastor de Kandahar sólo porque sea celoso del cumplimiento de su religión? ¿O nazi a un tabernero del Berlín de los años 30 porque quiera lo mejor para su país?

La nueva operación, acostumbrados ya a la ultraderecha como animal de compañía, consiste en dejar de llamarla ultraderecha. No será ningún problema. Renombrar la realidad es la viga maestra sobre la que está construida la España del 1978 que conocemos. De un día para otro, los líderes franquistas se llamaron demócratas. A mirar para otro lado ante sus crímenes se le llamó transición ejemplar y a tener una jefatura del Estado impuesta por el dictador se le llamó estabilidad y campechanía. Que la extrema derecha pase a tareas de gobierno será tan sencillo como cambiarle el nombre. Si me lee Lucía Méndez, aquí va una propuesta para la próxima tertulia: al referirnos a quienes apoyan con su voto la ilegalización de partidos, el señalamiento a menores extranjeros, homosexuales o mujeres maltratadas podemos decir amantes de España.

CTXT  DdA, XVIII/5086

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