Félix Población
El pasado 4 de mayo, después de una convocatoria electoral por sorpresa para evitar una posible moción de censura, Isabel Díaz Ayuso logró con el Partido Popular 65 de los 69 escaños que se necesitan en la comunidad Madrid para lograr la mayoría absoluta. La colaboración de Vox, que obtuvo 13, facilitó el actual gobierno autonómico y la posibilidad de que la citada señora fuera una alternativa al errático liderazgo de Pablo Casado en el Partido Popular.
Miguel Ángel Rodríguez, el asesor de Ayuso, vivía con la obsesión de ese objetivo y quizá no contaba con la mayor lacra que caracteriza a los suyos desde hace bastantes años: la corrupción. El contrato a dedo de la empresa de un amigo del hermano de la presidenta para que este se llevara la correspondiente mordida (280.000 euros) era algo que se sabía en la calle Génova desde hace meses. Mientras los ancianos se morían por millares durante la primera ola de la pandemía, solos y desasistidos en las residencias madrileñas, el hermano de Ayuso se forraba con una comisión a costa de ese contrato con la administración pública para suministrar mascarillas a seis euros la unidad.
En Génova se impuso el silencio, a la espera de la ocasión, pero no se desestimó la posibilidad de espiar presuntamente a la presidenta y su entorno, algo que también mantuvo callado doña Isabel hasta poco después del exitazo de Vox en las elecciones autonómicas de Castilla y León del pasado domingo. A la comparecencia de Ayuso ayer para desvelar ese supuesto espionaje y enfrentarse sin reparo a la dirección de su partido, siguió la de García Egea haciendo lo propia contra la presidenta de la comunidad de Madrid. Estamos, posiblemente, ante una ruptura del PP en una coyuntura muy dulce para la extrema derecha, que a la fiesta del domingo sumó sin duda la que le ha deparado ese partido ayer.
Parecía imposible, después de resistir a toda una trayectoria de corrupciones, que el Partido Popular estuviera abocado a lo que ahora se columbra y parece propia de una familia mafiosa, pero un enfrentamiento de la naturaleza del que se está dando no solo puede acabar con uno de los contendientes. Podría ocurrir que los dos se fueran al garete y que la marca Partido Popular naufragase para refundarse en otra menos marcada por su historial. Que esto pueda suceder cuando a su derecha tiene a un partido capaz de llevarle muchos votos es lo que más nos debe preocupar.
De momento, en la batalla mediática -a la vista de lo leído y escuchado ayer-, no es Casado quien gana en esta guerra sino Ayuso. No cuenta su presunto corrupción, una más, al fin y al cabo. Lo que le vale es su parecido con Vox, cuya operación de blanquamiento en esos medios no deja de crecer.
Las espinelas de Félix Maraña
DdA, XVIII/5087
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