miércoles, 26 de enero de 2022

VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

 

Lazarillo

A cada cual le habrá llegado la mierda por cualesquiera de los canales que frecuente, porque lo suyo en este país es que la mierda circule de modo mucho más fluido que la inteligencia, la tolerancia, la cordialidad o la solidaridad. Me estoy refiriendo a las palabras de la exministra Villalobos en un programa de televisión que se emite en la sobremesa y que dirige y presenta un tontaina de pupilas ahumadas. Queden a juicio del respetable esas palabras, referidas, cómo no, a Pablo Iglesias, a quien ha criticado vomitivamente sirviéndose de la relación con su hijos e Irene Montero. Consta en el currículum de esa señora, a no ser que se lo hayan inventado, que en su mocedad militó en el Partido Comunista de Málaga y que muy posiblemente leyó y celebró entonces este poema de Miguel Hernández al que mi estimado Paco Barreira ha puesto una ilustración muy en consonancia con los versos, tan leídos y difundidos durante la Transición. Debe de ser en extremo deprimente y triste para una persona de edad que creció quizá en su juventud admirando la obra de un poeta como Hernández, llegar al arrabal de senectud tal como denotan las frases que dedicó a Iglesias y a su familia en un estudio de televisión donde, además, un par de bufones barbados le rieron la bilis. Lo aconsejable en estos casos sería que la señora Celia huyera definitivamente de los focos a los que se ha prestado con esa bajeza insidiosa y ese deleznable perfil de miseria moral.

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

   DdA, XVIII/5075   

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