jueves, 20 de enero de 2022

SOY MAYOR, NO IDIOTA: MÁS DE 200.000 GRITOS MAYORES


Félix Población

Es muy de agradecer que hace unos días El Intermedio, el programa de La Sexta que presenta Wyoming, se haya ocupado del maltrato que reciben las personas mayores en los bancos por la incapacidad, impotencia o falta de práctica que acusan estos a la hora de hacer sus gestiones por vía informática, generalizada ya como sistema habitual de relación con esas entidades. 

La digitalización bancaria y el afán de ganancia abusiva que caracteriza a ese sector, reduciendo plantillas y sucursales, ha dejado abandonados a su suerte a los pensionistas, en pro de una banca on line rápida e impersonal. El avance exponencial de nuestras tecnologías informáticas se está dejando atrás a quienes se merecen el máximo respeto, después de toda una vida de trabajo y de muchos años de ahorro, del que se han nutrido precisamente quienes ahora se están olvidando de nuestros mayores, una vez han dejado de producir. 

Como ejemplo de ello, ofrecía El Intermedio la comparativa de una misma operación bancaria realizada por una joven de 25 años y una señora de 85. La mujer joven abre la app del banco, pide ayuda al asistente virtual y tiene el problema resuelto en minutos, con la cuenta disponible. Sin embargo, la señora de 85 años llamará por teléfono al banco, donde le dirán que solo puede hacer esa operación a través de la app. “A partir de ese momento -nos decía Wyoming- tendrá que llevar a cabo una infinidad de pasos antes de poder realizar la operación. Deberá descargarla en su móvil, recordar cuál era la contraseña de la banca virtual que ojo, es distinta al PIN normal, encontrar al asistente virtual, escribir el problema, darse cuenta de que el autocorrector ha escrito reciclar la ardilla en lugar de revisar la cartilla y, por último, desesperarse y llamar a un familiar más joven para recordar con cariño los tiempos en los que entraba en la sucursal de su barrio y le decían buenos días don Ramón”. 

Es de todo punto bochornoso y deplorable que en una país con más de dos millones y medio de personas mayores de 80 años, los bancos hagan que nuestros ancianos se sientan -en expresión de Wyoming- como parias sociales por su incapacidad para adaptarse al tratamiento informático que se les ha impuesto y casi sin posibilidad para acceder a una gestión personalizada que les tenga en cuenta por su edad y condición. No se puede permitir  que eso ocurra con la generación que levantó a este país en una época tan dura como la posguerra.

No debería haber sido necesario que uno de esos mayores, con una conciencia social muy despierta ante la magnitud del problema y la desconsideración que implica hacia nuestros ancianos, haya conseguido hasta la fecha más de 200.000 firmas bajo el eslogan Soy mayor, no idiota, una iniciativa con la que Carlos San Juan, de 78 años de edad, solicita un trato “sin trabas tecnológicas y con más paciencia y humanidad”, manteniendo oficinas bancarias abiertas donde ese trato personal sea posible. 

Este señor dice haber promovido esta campaña a raíz de haber experimentado un cambio en extremo brusco entre la atención directa y personal y la puesta en marcha de unos cajeros complicadísimos a raíz de la fusión de Bankia con CaixaBank. Es de esperar que de esa iniciativa tome nota el Gobierno y trate de subsanar lo que a todas luces es un síntoma más de la deshumanización que afecta a nuestra sociedad bajo el dominio del poder financiero. ¿No decíamos que el de ahora era un ejecutivo progresista? ¿Por qué no se nota eso en estas cosas tan al pie de la vida cotidiana y que afectan a tantísimas personas en el último periodo de su existencia, tan digno de respeto?

     DdA, XVIII/5071     

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